Ella no es mía.
En el extremo opuesto del gran salón, donde las columnas de mármol parecían custodiar los secretos de la noche, Isabella posaba frente a los fotógrafos con la elegancia innata de quien no necesita dominar el escenario porque el escenario, simplemente, la obedece.
El editor de Forbes Europe la presentaba con un entusiasmo contenido pero cargado de reverencia, describiéndola como "la mente estratégica que todos subestimaron hasta que conquistó la partida con un solo movimiento brillante y definitivo".
Los flashes estallaban como relámpagos exaltados alrededor de su figura, rebotando en su piel como si fueran destellos cómplices de una historia que apenas comenzaba.
Cuando finalizó la ronda de fotos, Isabella se deslizó con paso seguro hacia la primera fila, sin perder el porte ni por un instante. Caminaba con la cadencia de quien sabe que todas las miradas la siguen y, aun así, actúa como si eso no le afectara.
Al mismo tiempo, en el sector opuesto, Matías percibió cómo Gabriel tensaba