Santiago estaba atado y de rodillas. Su cuerpo seguía chorreando. Parecía un pecador que estaba siendo castigado. Julieta se quedó inmóvil y luego de un largo rato giró lentamente la cabeza y miró al inexpresivo Leandro.
Resultó que lo que Renzo había dicho era cierto. De verdad Leandro había enviado a alguien a buscar a Santiago. Por un momento se volvió loca de felicidad.
Él le creyó, ¿no?
De repente, Leandro dijo:
—Él mató a Camilo, ¿no?
Ella se quedó quieta y asintió.
—Sí.
—¿Quieres vengarte?
—Sí.
Agarrando un cuchillo de fruta de una mesa de al lado, Leandro se lo dio a Julieta:
—Mátalo.
Julieta volvió a quedarse inmóvil y miró a Leandro con cierta incomprensión. ¿Qué quería decir con eso? Matar a alguien era ilegal.
Ahora que estaba acusada del asesinato de Camilo, si matara a Santiago, ¿no podría salirse con la suya?
—¿No te atreves?
—No, no es así.
Tras dudar un momento, cogió el cuchillo.
Odiaba a Santiago porque fue él quien lo empezó todo. Si no fuera por él, ella no estar