El calor húmedo de Panamá envolvía la pequeña cafetería frente al mar. Julieta, oculta tras una gorra y unas gafas grandes, sostenía una taza de té frío con ambas manos, tratando de parecer una turista más. Frente a ella, una mujer de rostro anguloso y mirada desconfiada removía su café helado con una pajilla, mientras escaneaba con disimulo el local.
—Me halaga que hayas buscado mi ayuda. —Dijo la mujer al fin, rompiendo el silencio. —Pero también me has buscado un problema. Me estoy metiendo con los dos hombres más grandes de Italia. —Julieta bajó la mirada un instante y luego la sostuvo con firmeza.
—No te preocupes. Si pasa algo y nos llegan a encontrar, si descubren que me ayudaste a perderlos, yo te defenderé. Sé que Barak y Kenji no te harán nada. —La mujer suspiró y miró a su alrededor antes de responder.
—Bueno… por lo menos estamos en un lugar bonito. Un país que la mayoría de los europeos ni siquiera conoce. —Su voz sonaba casi resignada y Julieta sonrió apenas.
—Precisa