El grito de Barak resonó en todo el ala de la fortaleza.
Todo se volvió un caos inmediato. Julieta trataba de calmar a Lianett mientras le ayudaba a caminar; los niños corrían en círculos, preguntando si ya venía el bebé; Kenji estaba entre buscar las llaves del auto, ordenar a sus hombres y controlar a tres críos hiperactivos.
—¡Respira, Lianett! —Decía Julieta sujetándola del brazo.
—¡Estoy respirando! —Respondía ella con voz entre cortada y risa nerviosa.
—Lesath, Yusaf, Artem… ¡Paren ya! —Kenji los cortó con una mirada que normalmente bastaba para silenciarlos, pero ese día estaban demasiado emocionados para obedecer.
El pasillo se convirtió en una escena de película: hombres corriendo a preparar coches, Barak con cara pálida pero decidido, Lianett riendo y llorando al mismo tiempo, Julieta dando órdenes como general de guerra y Kenji intentando atajar a los niños.
El camino al hospital fue otra odisea. Lianett en el asiento trasero, respirando como le enseñaron en las clase