Julieta se vio bajo la mirada de Barak, debía guardarle el secreto a su amiga y estaba bien con eso, pero a la vez deseaba matarla por ponerla en esa posición. ¿Qué hará ella si Barak se comporta como el loco que es? Solo pensarse siendo presa de ese insufrible la estremeció.
―No es un juego, Jul, dile donde está su esposa. ―Julieta miró a su novio con reproche, es adorable, pero un hombre muy cobarde y eso la molesta la mayoría de las veces.
―He dicho que no sé. ―Se mantuvo firme. ―Estaba cansada y deseaba estar sola. ¡La culpa es de ustedes por estar prestándole atención a esa gata!
―¡Aquí nadie le ha prestado atención a Serena! ―Vociferó Barak perdiendo la compostura. ―No vengas a poner eso de excusa, Julieta. ¿Dónde está mi mujer? ―Julieta se tensó, Barak no estaba bromeando y verdaderamente ella ya no sabía qué decir. ¿Acaso podía soportar el tercer grado?
―Jul, solo dile donde está. ―Insistió Joseph. ―¿No se supone que lo quieres como a un hermano? Hasta tienes su apellido.