El amanecer en la isla fue distinto. Tras un día entero de fiebre, Julieta abrió los ojos sintiéndose más ligera. El malestar apenas era una sombra. Se incorporó despacio en la cama y miró hacia la ventana; las cortinas dejaban entrar un rayo de sol. Kenji entró justo en ese momento, con una bandeja en las manos.
—Veo que estás despierta. —Dijo él con una sonrisa tímida. —¿Cómo te sientes?
—Mejor. —Respondió Julieta, con ese tono frío que le quedaba de costumbre. —Al parecer tu sopa funciona. —Kenji se sentó en la orilla de la cama.
—Me alegra. —Hizo una pausa, pensativo. —Tengo una idea… para que hables con los niños y con tus amigas. Si quieres puedo darte mi móvil y haces una videollamada. —Julieta lo miró incrédula.
—¿En serio?
—Sí, ya pasó un mes desde que no los ves. Imagino que los extrañas. —Ella trató de no sonreír.
—Está bien. Dámelo. —Kenji le entregó el móvil con las manos un poco temblorosas.
—Marca el número de Barak primero, seguro están todos juntos. —Julieta ma