ASHTON GARDNER
Llegamos a la casa y Liss limpió a Erick. Luego le puso el pijama para acostarlo. Le hicimos los nudos en sus sábanas y salimos.
—Tiene tanta energía —dijo ella con una sonrisa.
—Al fin solos —le susurré, pegándola a la pared y besándola.
—Señor Gardner, contrólese.
—No quiero —sonreí y la seguí besando. Cuando sentí que podía perder la cabeza, me detuve.
—Te amo, Ashton.
—Yo más, mi adorada Liss. Ven, vamos. Te tengo una sorpresa.
—¿Sorpresa? —me dijo con su carita de duda.
—Sí, sorpresa. Ven.
La tomé de la mano y bajamos al jardín. Las luces titilaban y el silencio era cómodo.
—Ven. Quiero darte algo.
La guié por un pequeño sendero entre los jardines de la mansión. Al llegar… nos encontramos con una pequeña construcción iluminada.
—¿Qué es esto?
Abrí la puerta.
Era una biblioteca pequeña, privada. Con un diván junto a una ventana, una pared entera de libros antiguos y un baúl de madera en el centro y un gran sofá donde cabía fácilmente ella si algún día quería dormir