ASHTON GARDNER
—Fue un movimiento limpio. No quedó nada. Ni una subsidiaria, ni un proveedor fiel. Todo colapsó como fichas de dominó —dijo William, dejando el último informe sobre mi escritorio con una media sonrisa cargada de triunfo contenido.
Tomé el documento, mis dedos rozando las páginas con calma, como si saboreara cada palabra escrita allí. No disimulé mi satisfacción. No tenía por qué hacerlo.
Eydan había sido borrado del mapa.
No quedaban rastros de su red corrupta, ni contratos fantasmas, ni empresas tapadera. Su imperio, construido con mentiras, abuso y manipulación, había sido reducido a cenizas. Y esa destrucción no había sido una explosión rápida… había sido quirúrgica, meticulosa. Justa.
—¿Dónde está ahora? —pregunté sin apartar la vista del informe.
—Se fue a Europa. Está con su padre, en alguna propiedad de campo. Completamente fuera del juego.
Asentí, sin sorpresa.
Los hombres como él, cuando caen, no tienen a dónde correr. Toda su fuerza era prestada, sostenida po