ASHTON GARDER
La casa estaba iluminada con una calidez especial aquella noche. Habíamos regresado de París hace apenas un par de días, y Liss aún llevaba en su mirada ese brillo mágico que solo la Ciudad del Amor podía regalarle. Pero esta vez no era solo París. Era ella, era nosotros, era todo lo que habíamos construido juntos.
Los chicos comenzaron a llegar poco a poco. La mesa estaba impecable, gracias a Liss y a Camila, que habían puesto manos a la obra con flores, velas y una vajilla que hacía parecer que esperábamos a la realeza. En realidad, sí. Nuestra propia versión de la realeza: Oliver y Tiff, William y Camila, Ethan y Olivia, y por supuesto, nuestro pequeño rey, Erick, que no se despegaba de su madre desde que volvimos. Sobre todo ahora que sería hermano mayor, la cuidaba como un fiel escudero.
—¿Es hoy el gran anuncio, papá? —me susurró en secreto mientras se acomodaba a mi lado, como si no supiera que ya se le escapaba la emoción por todos los poros.
—Sí, campeón. Hoy to