ASHTON GARDNER
Mi cabeza latía. Cada latido era un tambor dentro del cráneo.
Mi boca estaba seca. Sentía el cuerpo pesado, las extremidades dormidas, como si hubiera pasado por un campo de batalla.
Pero había algo más.
Un perfume.
Dulce. Calmo. Mi paz.
Liss.
Abrí los ojos con esfuerzo. La luz me quemó, pero no me importó. Lo primero que vi fue su cabello desparramado sobre mi pecho. Su cuerpo junto al mío.
Ella estaba allí.
—Liss… —murmuré con la voz apenas audible.
Ella levantó la cabeza al instante. Sus ojos verdes se clavaron en los míos, brillando entre alivio y rabia contenida.
—Ash… al fin. Al fin, amor.
Me acarició la mejilla, como si no supiera si podía tocarme.
—¿Qué pasó? —logré decir con dificultad—. ¿Dónde…?
Mi cuerpo seguía entumecido. Intenté sentarme, pero ella me detuvo con suavidad.
—Estás bien, Ash. Solo… solo te drogaron —dijo, tragando saliva. Su mandíbula tembló—. Pero ya pasó. Estoy aquí. Nadie te tocó. Nadie te quitó nada.
Cerré los ojos con fuerza.
—Gisella… el