LIMPIANDO CADA ASQUEROSA HUELLA

LISSANDRA

La habitación seguía en penumbras. Silenciosa.

Ash seguía tendido sobre la cama, su pecho subía y bajaba con dificultad, el rostro cubierto por un leve sudor, los labios resecos.

Ya no era mi monstruo dominante, ni el CEO implacable.

Era solo Ash.

Vulnerable.

Mi amor.

El hombre que lo dio todo por mí.

Vi la ropa interior de Gisella en el suelo. Roja. Asquerosa.

La tomé con dos dedos y la lancé directo a la chimenea de la suite.

Junto con su vestido.

Las llamas los devoraron sin compasión.

Como debía ser.

Caminé al baño, mojé unas toallas con agua tibia y regresé. Me senté a su lado y comencé a limpiarlo. Su cuello. Su pecho. Sus brazos.

—Felizmente aún tienes los pantalones puestos, mi amor —susurré con ternura, limpiando con cuidado cada rincón que Gisella pudo haber manchado con su asquerosa piel.

Ash gimió. Se movió apenas.

—Liss…

Su voz era un murmullo arrastrado, como si hablara desde el fondo de un sueño.

—Shh… tranquilo, mi amor. Estoy aquí —le acaricié el rostro—. Te
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