ASHTON GARDNER
Su respiración seguía agitada, pero ya no por el deseo.
Ahora era paz.
De esa que solo existe cuando la tormenta se detiene.
Ella estaba sobre mi pecho, con la mejilla pegada a mi piel y los dedos dibujando círculos lentos justo sobre mi corazón.
Su corazón latía junto al mío.
Desnuda.
Mía. Completamente mía.
La cubrí con la sábana, solo por cuidar que no sintiera frío.
La envolví con mis brazos. La apreté contra mí.
Como si mi cuerpo pudiera protegerla incluso de sus pensamientos más oscuros.
Mi mano acarició su espalda lentamente, subiendo por la curva de su cuello hasta enredarse en su cabello húmedo.
Besé su frente.
Luego su mejilla.
Después su hombro.
—Ash… —murmuró, medio dormida.
—Aquí estoy —le dije en voz baja, casi como una plegaria—. Y no pienso irme.
No contestó. Solo suspiró. Y empezó a dejar besos suaves en mi pecho, en mi cuello, llenos de amor.
—Te amo… —susurró.
—Yo más… ¿Sabes qué es lo que más me asusta, Liss? —continué—. Que algún día… tú dejes de am