WILLIAM FOREST
No parpadeaba.
No podía.
La música era fuerte. Las luces, cegadoras. Pero solo había una cosa que yo veía con total claridad: ella.
Camila.
Cabello suelto, ojos encendidos, labios curvados en esa sonrisa entre picardía y peligro. Su cuerpo se movía con una seguridad que desarmaba a cualquiera.
Y él.
El maldito bombero.
Con una gorra falsa, una camisa abierta... y una sunga negra ridícula.
Girando a su alrededor como si tuviera derecho a mirarla así.
A bailar así.
A tocarla.
Ella lo esquivaba. Se reía. Pero no se iba.
No lo detenía del todo.
Y eso fue suficiente.
No me di cuenta de que ya me había separado del grupo. Ni que mi respiración se había acelerado. Solo supe que, en algún momento, mi paciencia se había roto.
Ashton vino hacia mí.
— Me llevo a Liss, los chicos tomaron un taxi, tú llévate el auto a casa.
— Sí señor.
Le respondí sin siquiera despegar mi mirada de Camila.
Avancé.
Camila giró y me vio.
Se detuvo.
Su sonrisa no desapareció. Al contrario. Se volvió má