LISSANDRA
No pude dormir.
Ash estaba a mi lado, su brazo firme en mi cintura, su respiración tranquila, pausada… como si no llevara sobre los hombros un peso que yo no podía ver.
Como si no hubiera dejado una bomba sin detonar entre nosotros horas antes.
Intenté cerrar los ojos más de una vez, aferrarme a su calor, al ritmo de su pecho. Pero nada.
Sus palabras seguían rebotando dentro de mí, una y otra vez.
“No es el momento para hablar de eso… si te lo digo, tal vez no vuelvas a mirarme igual.”
Me dolía. No lo que dijo.
Sino que creyera eso de mí.
¿Qué había hecho? ¿Qué podía ser tan grave, tan oscuro, como para pensar que yo dejaría de amarlo?
¿No sabía ya que no hay rincón suyo que no me pertenezca?
¿Que lo he visto arder, quebrarse, reconstruirse… y aún así, sigo eligiéndolo?
Lo observé en la penumbra, recostado junto a mí. Su ceño fruncido incluso dormido, como si su cuerpo jamás pudiera bajar la guardia del todo.
Su perfil fuerte, sus labios entreabiertos, y esa sombra en los oj