Habían pasado tres horas. Mi bebé seguía dormido, aún conectado a esa máquina que le salvaría la vida. La sangre de Ashton seguía fluyendo lentamente en esas bolsitas que se movían de un lado a otro.
Mi celular empezó a vibrar. Al revisar mis redes sociales, tenía más de 400 notificaciones. Abrí la app y todas eran por la foto que Ashton había subido. Mis antiguas compañeras de secundaria —las que jamás me hablaban— ahora comentaban felices por mí. Decían que Ashton era un hombre guapo, que me envidiaban.
Obviamente me envidiaban. Ashton era el hombre más rico de la ciudad, muy por encima de Marcus y otros empresarios. Inteligente, frío, un tiburón en los negocios. Y yo, la única que alguna vez logró quitarle sus proyectos. Eso hirió su ego. Por eso ahora soy su propiedad.
Si tan solo hubiera sabido… jamás le habría quitado esos malditos contratos. Pero yo era una mujer enamorada.
Entró una enfermera con una bandeja.
—Señorita Lissandra, esto lo envía su prometido.
La mujer dejó la bandeja sobre la mesa frente a mí y la destapó. Era un almuerzo completo: filete, arroz, vegetales, jugo natural y postre.
—Dice el señor Gardner que debe alimentarse. Debe estar fuerte para su hijo.
—Gracias.
La enfermera se fijó en mi anillo.
—Wow, es hermoso. La felicito, señorita.
—Gracias…
La mujer se retiró. Me quedé sola con la comida. Mi estómago gruñó. Desde que internaron a Erick no había probado bocado. Empecé a comer y en minutos terminé todo. Estaba delicioso.
Quizás no sería tan terrible ser propiedad de Ashton. Me cuidaba… como a una mascota valiosa.
Ya era de noche. Probablemente Ashton llegaría pronto, aunque no estaba segura. Era un hombre ocupado. Cuando Marcus trabajaba, llegaba tarde. Y apenas eran las ocho.
—Mami…
—¿Cómo te sientes, cariño?
—Mejor. Pero tengo hambre. ¿Me comprarías leche con un muffin de chocolate?
—Está bien, iré abajo a comprarlo.
—Gracias, mami.
Salí de la habitación y me acercaba al ascensor cuando se abrieron las puertas… y salió Marcus.
—¡Ahí estás!
Me tomó del brazo con fuerza y me arrastró hacia la salida de emergencias.
—¡Marcus, ¿qué haces?!
—¿Así que te casarás con Ashton? De todos los hombres, tuviste que elegir al bastardo de Gardner… ¡mi peor enemigo! ¡Eres una maldita perra!
Sus ojos estaban llenos de odio.
—Con quién esté o deje de estar no es tu problema. Nos divorciamos hace cuatro años. Deberías estar feliz con tu perfecta Carolina.
—Liss, ¿cómo pudiste?
—¿Cómo que cómo? ¡Me humillaste todo nuestro matrimonio! ¿Ahora haces un escándalo porque estoy comprometida con otro?
—No quisiste acostarte conmigo para salvar a tu hijo, pero sí serás la esposa de Ashton. Siempre tan interesada, ¿verdad? ¡Eres una perra!
—No tengo por qué hablar contigo. Aléjate de mí y de mi hijo.
Me di la vuelta, pero me estampó contra la pared. Intentó besarme. Me resistí, pero su fuerza era superior. Luché por soltarme… hasta que un brazo fuerte lo apartó de mí. Cuando levanté la vista, vi una espalda ancha frente a mí. Luego, un golpe. Marcus cayó al suelo con sangre en la boca.
—¡Aléjate de mi prometida, maldito bastardo! ¿Quién te crees que eres para tocarla?
—Ash…
—¡Jajaja! Qué patético. Comiéndote mis sobras. Esa perra está contigo por interés. ¿De verdad crees que te ama?
Otro golpe. Marcus cayó nuevamente. Me acerqué y toqué el brazo de Ashton.
—Ash… por favor, detente. Llamarán a la policía. No vale la pena.
Él se detuvo. Me miró con sus fríos ojos azules.
—¿Estás bien?
—Sí… vamos, por favor.
Ashton me tomó de la mano y nos íbamos cuando Marcus se abalanzó sobre él. Me interpuse… y recibí el golpe. Sentí cómo mi frente chocaba contra la esquina de la muralla.
—¡LISS! —gritó Ash.
Los guardaespaldas llegaron de inmediato. Ashton le dio un puñetazo en el estómago a Marcus, luego corrió hacia mí.
—¡Sáquenlo de aquí! ¡No lo quiero cerca de Liss nunca más!
Marcus forcejeaba mientras los guardias lo alejaban. Ash sacó un pañuelo y lo presionó contra mi ceja.
—Vamos. Mantén esto sobre la herida.
Lo sujeté. Me alzó en brazos. Su loción amaderada me envolvió. Al poco rato, estábamos de regreso en la habitación de Erick.
—¡Mami!
—Tranquilo, campeón. Mami solo se cayó. Estoy bien.
—Es mi culpa… yo le pedí el muffin…
—No, mi amor. Fue un accidente. Tú no tienes la culpa.
En algún momento, Ashton debió llamar al médico porque llegó enseguida. Me atendió y curó la herida. Cuando volvió Ashton, el médico ya se había ido. En sus manos traía el muffin, la leche y una compresa fría.
—Toma, campeón. Para que comas.
—¡Gracias! —dijo feliz mi hijo, devorando el muffin.
Ash se acercó y me puso la compresa en la frente.
—¿Te sientes bien? Ese golpe fue fuerte.
—Sí… gracias.
—¿Por qué lo hiciste? Ese golpe era para mí.
—No quería que te lastimara. No vale la pena. Ya has hecho demasiado por mí.
—Recuerda que no lo hago gratis. Lo pagarás. Meterme en problemas es parte del trato. No intentes evitarlo. Sabía que Marcus reaccionaría así cuando subí la foto. Debí dejar un guardaespaldas contigo.
—Tranquilo. Es solo un golpe. Hay heridas que duelen más… y no se ven a simple vista.
Quité la compresa de mi frente. Vi que sus nudillos estaban raspados. Tomé algodón y desinfectante, y empecé a curarlo con cuidado. Levanté la mirada y sus ojos azules estaban fijos en mí.
—No es necesario. No fue nada.
—Tampoco era necesario que buscaras el muffin para mi hijo, y lo hiciste.
Bajé la mirada a sus manos grandes y cálidas. Puse la compresa sobre sus nudillos.
—¡Ssshhh! ¡Está helada!
Sonreí. Estaba siendo tan… humano.
—Eres peor que mi hijo. Bien dicen que los hombres siempre serán niños.
—¿Comiste?
—Aún no.
—Pediré comida.
—Ashton, no te molestes…
—Parte del contrato dice que debes hacer lo que yo diga, cuando yo diga. No me desobedezcas —dijo apretando los dientes con una mirada helada.
—Perdón…
Minutos después, la cena llegó. Incluso para Erick, con su puré de papas, pollo y jalea.
—¡Wow! Está muy rico.
Comimos los tres mientras escuchábamos las historias de Erick, hasta que mencionó a su padre.
—Mami dice que mi papi era un héroe.
—¿Ah, sí?
—Sí. Ella estaba encerrada en un castillo con un monstruo. Y mi papi llegó y le dio un beso que le devolvió la vida. Y me dejó de regalo, para que ella nunca más estuviera sola.
—Wow… tu padre sí que era un héroe. Rescató a la princesa.
—Así es. Yo me llamo como él, y tengo sus ojos y su pelo.
—Ya veo…
—Lástima que no sabe de mí. Mami dice que como era un héroe, se fue a otro país a seguir salvando gente. Pero si supiera que tiene un hijo valiente como yo, seguro se quedaría.
—Cualquier hombre estaría feliz de ser tu papi, Erick.
Mi hijo sonrió con nostalgia. Sabía que en el fondo deseaba tener un padre. Siempre lo noté… cuando veía a otros niños con sus papás.
Si tan solo pudiera encontrar a Erick…
—¿Estás bien? —La voz de Ashton me sacó de mis pensamientos.
—Sí…
—Parece que te duele recordarlo.
Sonreí tristemente.
—Algún día te contaré sobre él.
Terminamos de comer. Ash se levantó.
—Debo irme. Mañana trabajo temprano.
—¿Volverás mañana? —preguntó Erick, emocionado.
—¿Quieres que vuelva?
—Sí. Así te cuento más historias. Mami siempre me cuenta historias.
—Entonces volveré.
Ash acarició la cabeza de mi hijo y luego se acercó a mí. Su cercanía me alteraba, me erizaba.
—Nos vemos mañana, Liss.
—Hasta mañana, Ashton.
Y ahí estaba otra vez… ese beso en la frente que me dejaba temblando.
Se fue. Mi hijo lo siguió con la mirada y suspiró.
—Me gustaría que él fuera mi papi… es muy guapo… y es un superhéroe.
Mi rostro se puso rojo.
¿Cómo podía siquiera imaginar que Ashton Gardner… fuera el padre adoptivo de mi hijo?
Eso no pasará jamás. Después de estos cinco años, él encontrará una mujer, se casará y tendrá sus propios hijos.