El contrato por su alma

Llegó la mañana siguiente. Estaba dormida en la cama, abrazada a mi bebé, cuando la puerta se abrió. El doctor entraba a revisarlo.

—Buenos días, doctor.

—Señorita Smith, la buscan abajo. El señor Gardner está en mi oficina con su abogado.

Mi corazón se detuvo. Un escalofrío recorrió mi espalda. Había cumplido: faltaban cinco minutos para las ocho y ya estaba allí, como lo había dicho.

—¿Dijo algo?

—Que la esperaba. Y que su tiempo era valioso. Vaya. Yo revisaré al pequeño Erick. Apenas él lo autorice, haremos la transfusión.

—Gracias, doctor.

Salí de la habitación y caminé al ascensor. Me sentía como una oveja rumbo al matadero. Sabía que ese hombre frío y cruel se cobraría cada uno de los millones que le hice perder quitándole proyectos a Marcus.

Al llegar al primer piso, vi dos hombres altos custodiando la puerta de la oficina del doctor. Me miraron fijamente.

—Señora Gardner, adelante.

¿Señora Gardner...? ¿Qué les había dicho Ashton a sus guardaespaldas?

Dios... ¿por qué me haces esto?

Respiré hondo y entré.

Lo primero que vi fue al abogado: traje a medida, maletín, gafas, postura solemne. Y allí estaba él. Sentado, elegante, imponente, con la mirada fija en el contrato. Ashton Gardner. Frío. Inquebrantable. Guapo, sí, pero ese cascarón ocultaba un alma sin piedad.

Levantó la vista y nuestros ojos se encontraron. Azul hielo. Sin una pizca de emoción.

—Señorita Smith, tome asiento. Aquí está el contrato.

Me senté a su lado. Nuestros dedos se rozaron… y lo sentí de nuevo. Esas chispas que me revolvían el estómago. Su aura me intimidaba.

Tomé el contrato y lo leí. Estaban ahí, tal como me los dijo, los cinco puntos del acuerdo.

—Donde dice que deberé cumplir como esposa… ¿a qué se refiere?

—¿A qué crees tú? —su voz era fría como acero.

Tragué saliva. Lo miré. Me daba miedo. Ya había vivido el infierno con Marcus. No quería volver a ser un objeto.

—¿Será solo una fachada? ¿O será un matrimonio real?

—Tan real que estará inscrito en el registro civil. Y daremos una recepción para mis socios. No habrá iglesia, no hago el ridículo caminando al altar. Además, ya viviste eso con Marcus. No creo que quieras repetirlo.

—No, claro que no. No quiero obligarte a nada. Ya es suficiente con que salves a mi hijo… Señor Gardner, yo...

—Ash. Llámame Ash. Serás mi esposa. No quiero que nadie dude del compromiso.

—Ash… ¿cuánto tiempo me das para preparar a mi hijo? Él no entenderá este cambio. Solo hemos sido los dos. Y ahora llegará un hombre que será mi esposo. Un desconocido para él.

—Dile que soy su padre.

Mi corazón se detuvo.

—No puedo mentirle. No le mentiré.

—Está bien. Tendrás una semana después del alta. Pero deberás mudarte hoy.

Sus ojos eran implacables. Sabía que sería mi fin. Sería su esclava. Sin voz ni voto.

Tomé el bolígrafo y firmé. El abogado me entregó el tampón para mi huella. Luego, Ashton sacó una caja de su bolsillo. Tomó mi mano y colocó un anillo de diamantes. Hermoso. Pesado. Como un grillete.

—Este será tu anillo de compromiso. No te lo quites.

Entonces entrelazó su mano con la mía… y tomó una foto.

Ese anillo pesaba más que cualquier cadena. Había perdido mi libertad. Ahora era la señora Gardner.

—¿Para qué es la foto?

—Subiré la publicación. Todos deben saber que estoy comprometido. Así, cuando nos casemos, no será una sorpresa. Acepta mi solicitud.

Mi celular vibró. Ahí estaba. Acepté. La foto apareció al instante:

“Al fin encontré al amor de mi vida. Te amo, Liss. Pronto serás mi esposa y eso me hace muy feliz.”

—Dale like y comenta.

—¿Qué comento?

—Algo amoroso. Ustedes las mujeres saben de eso.

Escribí: “Gracias por devolverme la vida, Ash. Te amo.”

—¿Ash?

—Se supone que nos amamos. ¿Quién llama por su nombre a su prometido?

—Está bien, Liss. Desde ahora, me llamarás Ash.

Instantes después, llegó el médico.

—Señor Gardner, por aquí, por favor.

Ash me miró y se acercó.

—Toma mi saco, Liss. Iré a salvar a nuestro hijo.

Besó mi frente.

Sus palabras retumbaron en mi pecho.

Si hubiera encontrado a Erick, estoy segura de que también me habría salvado. Subí donde mi bebé. Estaba allí, con su osito. Sus ojitos me miraban. Ver su carita era el bálsamo de mi alma.

—Mami.

—Hola, mi principito. ¿Cómo estás?

—¿De quién es ese saco?

—Oh, este… es de un superhéroe que vino a salvarte. Está dejando sus superpoderes para que puedas recuperarte.

—¿Conoces a un superhéroe, mami?

—Sí, el mejor de todos. Te dará su poder para sanarte y luego nos llevará con él.

—¡Wow! Eso es fantástico.

Sus ojitos brillaban. Su sonrisa era luz. Haría lo que fuera por él, incluso hacer ver a Ashton como un héroe… aunque fuera un villano conmigo.

Pasó una hora. El doctor llegó con bolsas de sangre y detrás de él apareció Ash. Imponente. Majestuoso. Mi hijo abrió los ojos.

—¡Wow! ¡Tú eres el superhéroe que me salvará!

Una sonrisa —real— se dibujó en sus labios.

—Hola, campeón. Así es. Acabo de llenar unas bolsas con mi poder. El doctor te las pondrá. Dolerá un poquito, pero los héroes deben ser valientes.

—Yo soy valiente. Mami dice que después iremos a tu casa para aprender a usar tus poderes.

—Así es. Aunque no volarás, ni correrás muy rápido… mis poderes te harán fuerte y sano.

—¡Genial! Solo quiero salir de este hospital.

Verlos hablar me dejaba sin palabras. Nunca imaginé a Ashton dulce con un niño.

El doctor preparó la aguja. Erick cerró sus ojos y abrazó su oso. Yo también cerré los míos, y sin darme cuenta, me apoyé en el pecho de Ash. Él me abrazó.

Su cuerpo era cálido. Su aroma amaderado calmaba mi corazón.

—Listo. Ya puedes mirar —dijo.

Mi bebé estaba tranquilo. La sangre fluía hacia él.

—¿Te dolió?

—Un poquito, mami. Pero fui valiente.

—Ese es mi bebé.

Ash se giró.

—Debo irme. Volveré en la noche.

—Gracias, Ash. Pero no hace falta que pierdas tu tiempo...

—Yo decidiré si vale la pena perderlo. Todos saben que eres mi prometida. ¿Qué clase de hombre sería si te dejo sola?

Tomó su saco. Se acercó a Erick.

—Nos vemos en la noche, campeón. Vendré a ver si mis poderes funcionaron.

—Gracias… superhéroe.

—Llámame tío Ash.

—Tío Ash.

Acarició su cabello y salió. Corrí detrás de él.

—Ash…

Se giró, frío como siempre.

—¿Dime?

—¿Mi contrato empieza ahora?

—Así es. Ya eres mi prometida. Compórtate como tal.

—Sí…

Bajé la mirada. Él besó mi frente. Otra vez. Y ese beso… ardía.

—Nos vemos en la noche, Liss.

Y se fue. Como un dios inalcanzable. Caminaba con tanta seguridad… Las mujeres lo miraban, pero eran invisibles para él.

Si sobreviví tres años de infierno con Marcus… puedo sobrevivir a esto.

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