Llegó la mañana siguiente. Estaba dormida en la cama, abrazada a mi bebé, cuando la puerta se abrió. El doctor entraba a revisarlo.
—Buenos días, doctor.
—Señorita Smith, la buscan abajo. El señor Gardner está en mi oficina con su abogado.
Mi corazón se detuvo. Un escalofrío recorrió mi espalda. Había cumplido: faltaban cinco minutos para las ocho y ya estaba allí, como lo había dicho.
—¿Dijo algo?
—Que la esperaba. Y que su tiempo era valioso. Vaya. Yo revisaré al pequeño Erick. Apenas él lo autorice, haremos la transfusión.
—Gracias, doctor.
Salí de la habitación y caminé al ascensor. Me sentía como una oveja rumbo al matadero. Sabía que ese hombre frío y cruel se cobraría cada uno de los millones que le hice perder quitándole proyectos a Marcus.
Al llegar al primer piso, vi dos hombres altos custodiando la puerta de la oficina del doctor. Me miraron fijamente.
—Señora Gardner, adelante.
¿Señora Gardner...? ¿Qué les había dicho Ashton a sus guardaespaldas?
Dios... ¿por qué me haces