ASHTON GARDNER
La puerta se cerró tras Liss y el silencio volvió a adueñarse de mi oficina.
Afuera brillaba un sol pálido, y yo todavía sentía el calor de sus labios en los míos. Me pasé una mano por el rostro, aún sonriendo por su manera de prometerme que estaría bien, aunque algo en mí siempre dudaba. Con Liss, el mundo era caos disfrazado de calma… y sin ella, todo se apagaba.
—Te amo más —susurré, aunque ya no estuviera.
Me acomodé tras el escritorio, mirando a William entrar con una cara que no auguraba nada bueno.
Tenía una carpeta en las manos. Su rostro estaba pálido. Las ojeras le caían como plomo bajo los ojos característico de quien lleva más de veinticuatro horas sin descanso.
Me incorporé.
—¿Qué pasó?
No respondió al instante. Cerró la puerta, se acercó, y dejó la carpeta sobre el escritorio con una lentitud cargada de peso.
—Tiene que ver esto.
Fruncí el ceño.
—¿Qué es?
—La verdad. —respondió, directo. Sin rodeos — El día que llegó Ethan usted me encargó investigar a Eyd