LISSANDRA
Me puse de lado, aun jadeando suavemente, con el cuerpo saciado, relajado… amado. Ash seguía acariciando mis muslos con la yema de los dedos, como si no pudiera dejar de tocarme.
—¿Te duele algo? —susurró contra mi cuello, besando mi piel con una dulzura que contrastaba con el fuego de minutos antes.
—Solo el alma… de haberte extrañado tanto —dije en voz baja, y él rió con esa risa ronca y maravillosa que se siente como hogar.
Nos incorporamos lentamente, riéndonos entre besos que parecían no querer terminar nunca. Ash se levantó primero, desnudo, glorioso, buscando su ropa. Yo me quedé un momento observándolo, mordiéndome el labio, recordando cada detalle de esa entrega brutal y hermosa.
Me ayudó a abotonar el vestido de nuevo, esta vez con ternura infinita, como si se tratara de una novia en su noche de bodas. Yo alisé la tela de su camisa sobre su pecho mientras él me llenaba de besos suaves.
—¿Qué miras, señorita Gardner? —murmuró mientras se acomodaba los puños de la ca