ASHTON GARDNER
La tenía entre mis brazos.
Y por fin, respiraba.
Lissandra temblaba un poco, pero ya no por miedo.
Sino por el desahogo.
Por el peso que había soltado.
Yo la abrazaba como si en cualquier momento pudiera desvanecerse. Como si el mundo fuera demasiado hostil como para dejarla suelta en él.
Y lo era.
Demasiado.
—Lo siento —repitió contra mi pecho, con esa voz quebrada que me rompía el alma—. Por haberte dudado…
—Shhh… —le susurré, acariciando su cabello—. Ya no hablemos de eso.
No necesitaba que se disculpara mil veces. Solo necesitaba que estuviera ahí, conmigo. Que me mirara como antes. Que me creyera.
Me separé lo justo para poder verla a los ojos.
Sus mejillas estaban húmedas. Su mirada dolida.
Y aun así… seguía siendo la mujer más hermosa del planeta.
—Liss… —le dije en voz baja—. Cuando te vi llorando así… sentí que me estaban arrancando el corazón. Si alguna vez crees que algo entre nosotros tambalea… prométeme que vendrás a buscarme antes de dejarte destruir