LISSANDRA
Esa noche, Ash no me dio tregua. Jamás imaginé que un hombre pudiera amarme con tanto fuego, con tanta entrega.
Habíamos hecho el amor en todos los rincones de esa habitación… dos noches de bodas. Dos noches donde dejé de ser una mujer rota para convertirme en su esposa, su compañera… su todo y lo mejor, la única dueña de su pasión.
Ahora, mientras él se ajustaba la corbata frente al espejo, yo lo miraba desde la cama envuelta en la sábana. Sonreí sin poder evitarlo.
— ¿Por qué sonríes? —preguntó sin apartar la mirada de su reflejo.
— Porque tengo un hombre maravilloso a mi lado. Porque me haces sentir hermosa, deseada, viva... —me levanté y caminé hacia él solo con su camisa puesta—. Porque me devolviste algo que pensé que ya no existía para mí.
Ash se giró hacia mí, con esa sonrisa ladeada que me derretía el alma.
— ¿Y qué es eso?
— Pasión —susurré.
Me acerqué y apreté su corbata, jalándolo hacia mí para besarlo.
Fue un beso suave, pero lleno de promesas. Al final, dejé un