Eran las nueve de la noche en el salón de los Belrose cuando la señora Lilian se sentó junto a su marido en el sofá frente al televisor. Colocó un gran tazón con palomitas de maíz en sus piernas, de inmediato Lili se acercó y sacó un puñado del tazón. Iban a ver una película.
El señor Marc había insistido en sintonizar en streaming la transmisión de la reunión de la ONU, donde el vampiro que causaba revuelo en el mundo hablaría, pero su esposa se opuso, se rehusaba a aburrirse durante horas escuchando discursos políticos llenos de mentiras y acuerdos que probablemente a la gente común no afectarían en nada. De hecho, ella dudaba de que todo eso de los vampiros no fuera más que una estrategia para ocultar la crisis económica que comenzaba a afectar a gran parte del mundo.
Max no estaba con ellos. Era viernes y había quedado con sus amigos para compartir en el mirador.
—¡Niña! —exclamó la señora Lilian quitando el tazón del alcance Lili— ¡Espera a que empiece la película!
Pero al ap