Amaya solo pasó pocos días con ella, pero en ese escaso tiempo se sintió acompañada y lo que nunca antes experimentó: comprendida. Quizás era cierto y la sangre era más espesa que el agua como todo mundo decía o era que compartían la soledad, la marginación y un futuro lleno de incertidumbre.
Ahora de nuevo estaba sola, su hermana se había ido. A diferencia suya, Amaya tenía alguien que la amaba y eso le daba sentido a su vida. ¿Qué propósito tenía la suya? Aun no le encontraba ninguno.
Se puso el traje negro de cazadora que le diera Karan pero sin el emblema dorado en el brazo y colocó la espada en el arnés de la espalda para salir del bosque hacia la casa de los Belrose, a espiarlos desde afuera, como todas las noches.
Todavía en el bosque, a unos metros del mirador, Hatsú sintió que su cuerpo cambiaba, respondía a un delicioso aroma que viajaba en el aire entre la fragancia de los árboles y la tierra. Era el olor de la sangre de vampiros. De inmediato sintió como sus pupilas se