Después de su incursión nocturna en el pabellón de investigación, Amaya y Tiago conversaban constantemente. La Orden no les había contado todo, y era lógico que no lo hiciera, ellos no eran más que peones a los que les controlaban sus vidas desde pequeños, y a quienes les modificaron sus cuerpos para cumplir sus propósitos.
Los dos amigos, sumergidos en especulaciones, planteaban teorías que pudieran explicar el contenido de los archivos cifrados y por qué el de Amaya también lo estaba. ¿Qué más les ocultaban?
El chico planeaba bajar esa misma semana a la división médica con alguna excusa y conseguir la contraseña necesaria para abrir el resto de los archivos. Ambos creían que Branson y Auberbach la tenían, lo cual representaba un problema, porque a diferencia de Amaya, a Tiago no lo examinaba Branson. De hecho, pocas veces había estado frente al científico, así que era complicado para él acercarse a cualquiera de los dos.
El par de amigos se devanaba los sesos buscando un pretexto