Bastian
Sentía la adrenalina a mil mientras mi cuerpo temblaba de la ira. Mi parte salvaje me incitaba a matarlo, pero tuve que luchar contra mi lado oscuro para mantener la compostura.
Si estuviéramos en otro lugar, ya este gusano estaría muerto; sin embargo, debía respetar a Donai y a su manada y evitarles problemas innecesarios, en especial después de que, literalmente, habían vivido una maldita guerra.
Suspiré profundo para recuperar la calma y saqué un pañuelo de mi bolsillo, con el que me limpié la sangre asquerosa de mis manos.
—Maldito Roan, agradece que estamos en territorio ajeno o no hubieras vivido para contarlo —proferí, cargado de rabia—. Todos son testigos de que él me atacó primero —me dirigí a los demás mientras le apuntaba a ese blandengue con mi dedo acusador.
—Lo entendemos, alfa Bastian, no se preocupe —me abordó Donai, nervioso—. Por favor, regrese a su manada antes de que este asunto empeore. Yo me haré cargo del resto —rogó; la preocupación ensombrecía su rostr