Cuando Marfil cruzó la puerta, los primeros rayos del amanecer apenas comenzaban a pintar de oro las paredes. Entró en puntillas, con el corazón latiendo todavía a prisa. Miranda, que no había podido dormir, la esperaba en el sofá, envuelta en una manta y con los ojos llenos de ansiedad.
—¡Marfil! —susurró aliviada al verla—. ¿Dónde estabas? Me tenías preocupada.
Marfil no respondió de inmediato. Sus ojos brillaban con una mezcla de alegría y nerviosismo. Caminó hacia su amiga, y al fin, sonrió.
—Tenía que contártelo… —dijo, sentándose a su lado—. He tomado una decisión: le voy a dar una oportunidad a Imanol. Somos novios.
Los ojos de Miranda se agrandaron. Tapó su boca, conteniendo un grito que igual escapó en forma de risa.
Marfil le hizo un gesto para que bajara la voz, pero no pudo evitar sonreír también cuando Miranda la abrazó con fuerza.
—¡Amiga, hiciste bien! —susurró emocionada—. Imanol te adora, lo veo en su mirada. Sé que él no va a fallarte.
Marfil suspiró largo, como si se