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Cuando Marfil cruzó la puerta, los primeros rayos del amanecer apenas comenzaban a pintar de oro las paredes. Entró en puntillas, con el corazón latiendo todavía a prisa. Miranda, que no había podido dormir, la esperaba en el sofá, envuelta en una manta y con los ojos llenos de ansiedad.—¡Marfil! —susurró aliviada al verla—. ¿Dónde estabas? Me tenías preocupada.Marfil no respondió de inmediato. Sus ojos brillaban con una mezcla de alegría y nerviosismo. Caminó hacia su amiga, y al fin, sonrió.—Tenía que contártelo… —dijo, sentándose a su lado—. He tomado una decisión: le voy a dar una oportunidad a Imanol. Somos novios.Los ojos de Miranda se agrandaron. Tapó su boca, conteniendo un grito que igual escapó en forma de risa.Marfil le hizo un gesto para que bajara la voz, pero no pudo evitar sonreír también cuando Miranda la abrazó con fuerza.—¡Amiga, hiciste bien! —susurró emocionada—. Imanol te adora, lo veo en su mirada. Sé que él no va a fallarte.Marfil suspiró largo, como si se
Entonces, ella apartó sus manos. No porque dudara, sino porque su entrega era pura. Se dio a él por amor.Imanol la besó con ternura, con una pasión cálida que no ardía, sino que envolvía. Era una mezcla divina, un fuego lento que crecía entre caricias. El calor subía por sus cuerpos como una ola invisible, y Marfil sintió un miedo extraño, nacido desde lo más profundo de sus entrañas. Como un instinto, su mano empujó el pecho del hombre.Él lo notó al instante y se apartó apenas un poco, aun con la respiración agitada.—¿Qué pasa? —preguntó con voz entrecortada, la mirada fija en la de ella.—Tengo miedo... —confesó Marfil, sus labios temblaban.—¿Tienes miedo de mí? —inquirió, desconcertado, con el ceño ligeramente fruncido.Ella negó con la cabeza, con los ojos empañados.—¿No te importa que no seas el primer hombre en mi vida? —preguntó, y su voz se quebró con frustración.Imanol se quedó mirándola en silencio. Luego, sonrió. Fue la sonrisa más dulce que Marfil había visto jamás.C
Cuando Marfil le contó a Miranda sobre lo que pasó en su paseo con Imanol, sus ojos brillaban de una forma distinta. Había algo nuevo en su mirada: esperanza.—Estoy loca… —susurró Marfil, entre risas nerviosas—. ¿Cómo volví a creer en el amor? No sé si hago bien, Miranda. No sé si esto es real… o una fantasía que me va a romper el corazón otra vez.Miranda no respondió enseguida. Solo se acercó y la abrazó con fuerza, sintiendo cómo el pecho de su amiga temblaba con esa mezcla de emoción y miedo.—¡Claro que haces bien, Marfil! —le dijo al oído—. Tú mereces amor. Lo mereces desde hace mucho. Y creo que Imanol es bueno para ti. ¿Te hace feliz?Marfil se separó un poco del abrazo, y sonrió. Era una sonrisa tímida, sorprendida, casi infantil.—Nunca me había sentido tan bien —murmuró—. Es raro. Tal vez suene mal, pero… nunca disfruté tanto estar con un hombre como con Imanol. No solo físicamente. Es algo… diferente. Como si, por fin, alguien me viera.Miranda asintió despacio. Había escu
Cuando Miranda llegó con Charlie al nuevo salón, lo primero que hizo fue soltarse de su brazo y alejarse de él.Su mirada estaba perdida, su respiración agitada, y su mente en otro lugar. Charlie lo notó de inmediato.—¿Qué pasa? —preguntó con tono sarcástico—. ¿Ya no me vas a usar como tu novio postizo?Intentó abrazarla, buscando cercanía, pero ella lo empujó con fuerza. Su mirada era dura, dolida.—¡Basta, Charlie! Déjame en paz, no estoy para tus juegos.Charlie frunció el ceño, herido.—No soy yo quien juega, Miranda. Yo siempre te he querido, desde el primer día… y tú solo me usas, como si fuera algo desechable. No eres justa conmigo.Ella bajó la vista, sin poder negarlo. No era justo lo que había hecho. No con él.—Lo siento —susurró, casi sin voz—. De verdad, lo siento…Charlie la miró una última vez, decepcionado, antes de darse media vuelta y alejarse sin decir nada más.Miranda no lo detuvo. No podía. En ese momento, lo único que ocupaba su mente era Arturo. Lo había vuelto
Miranda lo empujó con fuerza y le cruzó la cara con una bofetada llena de rabia.—¿Qué crees que haces?Arturo se llevó una mano a la mejilla adolorida.—¡Te amo! —exclamó, con la voz rota—. Nunca te olvidé. Sé que me odias, que me culpas por la muerte de Ariana… pero te amo, Miranda. Nunca dejé de hacerlo.—Vete —le dijo ella, con los ojos brillantes de dolor—. No puedo perdonarte. ¡Vete ya!Arturo bajó la mirada, derrotado. Sin decir una palabra más, se dio media vuelta y se alejó.Miranda cerró la puerta de golpe. Sus piernas temblaban.Rompió en llanto, un llanto tan profundo que parecía desgarrarla por dentro. Esto dolía más de lo que quería admitir.Ivy, su madre, se acercó de inmediato y la envolvió en un fuerte abrazo.—Hija… lo siento tanto…—¿Por qué tenía que encontrarme? —sollozó Miranda—. No quiero verlo, mamá. No quiero...***Arturo subió a su auto y condujo de regreso al hotel, pero su mente solo pensaba en ella.—Miranda, mi amor… nunca te olvidé, ni te olvidaré. Te am
Arturo condujo en silencio, alejándose de aquel lugar como si huyera del infierno mismo. Su corazón latía con violencia, no por la pelea, sino por el miedo de haberla perdido… otra vez.Miraba el camino, pero su mente solo podía enfocarse en Miranda: su rostro, su voz, el temblor de sus manos cuando la sostuvo, su negativa a dejarse cuidar.El trayecto fue un suspiro largo, un nudo en la garganta imposible de tragar.Cuando llegaron a casa, el auto se detuvo lentamente frente al pórtico. Arturo apagó el motor y desvió la mirada hacia ella. La luna iluminaba su rostro pálido, aún surcado por lágrimas secas. Se veía tan rota… y, sin embargo, tan fuerte.—Miranda… —murmuró, con voz temblorosa, mientras intentaba tomar su mano con cuidado, como si temiera que se quebrara con el más mínimo contacto.Ella no respondió. Sintió el roce de su piel y, como si ardiera, retiró la mano con brusquedad.Abrió la puerta sin mirarlo y bajó del auto con pasos rápidos, casi torpes por la ansiedad.Marfil
Por la noche, Imanol conducía con el corazón latiéndole fuerte.A su lado, Marfil, con las manos entrelazadas sobre su regazo, intentaba calmar el torbellino dulce que se le formaba en el pecho.Estaban por llegar a la mansión Darson. Un lugar imponente y elegante, pero cálido por dentro… hoy más que nunca.En cuanto cruzaron la puerta, Freya, la madre de Imanol, se levantó del sofá con lágrimas en los ojos. Detrás de ella, su esposo —el padrastro de Imanol— les sonreía con complicidad.También estaban Miranda e Ivy, que apenas los vieron entrar, corrieron a abrazarlos con fuerza.—¡Me alegro tanto por ustedes! —exclamó Freya, acercándose a Marfil con un cariño que desbordaba ternura—. Marfil, gracias… gracias por amar a mi hijo, por devolverle la vida cuando pensé que se había perdido en la oscuridad.Marfil sintió que algo le apretaba el pecho, pero no de dolor, sino de emoción. Nunca se había sentido tan bienvenida, tan profundamente querida por alguien que no la conocía de toda la
—¡Claro que estaré ahí! —la voz de Sergio sonaba agitada, cargada de una emoción que apenas podía contener—. Incluso si Freya no me quiere, incluso si todos me dan la espalda, yo... quiero estar contigo, Imanol. Eres todo lo que tengo en esta vida que pueda llamar familia, y quiero compartir contigo este momento, tu felicidad... aunque yo apenas sepa lo que eso significa.Imanol apretó el volante, conmovido hasta los huesos. Por un instante, deseó tener a su hermano al lado, para abrazarlo.—Sergio… no te preocupes. Yo hablaré con mamá. Nadie te va a tratar mal, te lo juro por lo más sagrado —dijo con firmeza—. Estás invitado. Te lo ganaste, eres mi hermano, lamento no haber podido estar en tus mejores y peores momento, pero, desde que nos reencontramos, vamos a poner fin a nuestra distancia.La llamada terminó con un silencio lleno de esperanza.Imanol siguió conduciendo mientras las luces del atardecer teñían el cielo de tonos dorados y violetas. La sonrisa no le cabía en el rostro,