—Mi amor… escúchame —la voz de Imanol temblaba, con esa mezcla de urgencia y ternura que solo aparece cuando uno ama de verdad—. No me importa nada. Ninguno de tus secretos, ni siquiera el más oscuro, el más doloroso… Cuéntamelo todo. Yo creo en ti, Marfil. Mataría por ti… y también moriría por ti si fuera necesario. Estás a salvo conmigo. Nunca te haré daño. Te lo juro por todo lo que soy.
Marfil sintió que las palabras le atravesaban el alma. Como si por primera vez alguien mirara dentro de ella y no huyera espantado.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, la garganta se le cerró con un nudo. Sollozó, apenas pudo sostenerle la mirada.
—Dame tiempo… por favor… Te prometo que antes de la boda… voy a decirte el nombre del hombre que más daño me hizo en la vida.
Imanol se acercó con calma, con esa delicadeza que la hacía sentir frágil y fuerte al mismo tiempo, y acunó su rostro entre sus manos grandes y cálidas.
—¿Lo conozco, Marfil?
Ella no respondió. Solo lo abrazó. Como si aferrarse a él p