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—Mi amor… escúchame —la voz de Imanol temblaba, con esa mezcla de urgencia y ternura que solo aparece cuando uno ama de verdad—. No me importa nada. Ninguno de tus secretos, ni siquiera el más oscuro, el más doloroso… Cuéntamelo todo. Yo creo en ti, Marfil. Mataría por ti… y también moriría por ti si fuera necesario. Estás a salvo conmigo. Nunca te haré daño. Te lo juro por todo lo que soy.Marfil sintió que las palabras le atravesaban el alma. Como si por primera vez alguien mirara dentro de ella y no huyera espantado.Sus ojos se llenaron de lágrimas, la garganta se le cerró con un nudo. Sollozó, apenas pudo sostenerle la mirada.—Dame tiempo… por favor… Te prometo que antes de la boda… voy a decirte el nombre del hombre que más daño me hizo en la vida.Imanol se acercó con calma, con esa delicadeza que la hacía sentir frágil y fuerte al mismo tiempo, y acunó su rostro entre sus manos grandes y cálidas.—¿Lo conozco, Marfil?Ella no respondió. Solo lo abrazó. Como si aferrarse a él p
Al día siguiente, Sergio abrió los ojos en medio del salón, confundido.La cabeza le palpitaba como si un enjambre de pensamientos venenosos le recorriera las sienes.Parpadeó, notando que aún vestía la misma ropa del día anterior.Se incorporó, frotándose el rostro con fastidio. ¿Cómo se había quedado dormido allí? ¿Qué había bebido?Con pasos pesados subió las escaleras. Al abrir la puerta de su habitación, la vio a ella.Lynn dormía plácidamente, acurrucada entre las sábanas de satén, su respiración profunda como la de un niño. Se quedó mirándola, más de lo necesario, como si buscara algo en su rostro, algo que no estaba del todo seguro de reconocer.Se metió en el baño y se dio una ducha larga, tratando de quitarse esa extraña sensación de encima, como si algo se le estuviera escapando de las manos.Estaba ansioso, debía volver porque se enteró de que su CEO estaba muy cercano a Lorna, y tenìa miedo de que ella pudiese estar tramando algo en su contra, no la dejaría robar el fruto
Sergio tocó su mejilla con rabia contenida. Sentía el ardor de la bofetada como una humillación que ardía más en su ego que en su piel.Miró a Marfil con una expresión entre divertida y vengativa, como si la agresión lo hubiera excitado más que enfurecido.—Cuñada… ¡Era una broma! —escupió con sarcasmo, inclinando la cabeza como si fuera él el ofendido—. Qué mal carácter tienen aquí en Cirna Gora… Madrastra, ¿verdad?—¡No me llames así! —bramó Freya, con voz firme, pero el alma temblando. Sus ojos eran un océano de tormenta.Sergio desvió la vista hacia ella con una sonrisa ladina.—Freya… ¿Detecto miedo en tu mirada? —susurró con veneno—. ¿Será que temes que yo le robe la prometida a tu hijito, como mi madre te robó a tu marido?Fue un disparo al corazón.El rostro de Freya se tensó, el rubor de la furia le subió por las mejillas como fuego. Ahí estaba. El verdadero Sergio. El que Ariana conoció. El que Marfil intentaba olvidar. El que destilaba crueldad con cada palabra, cada gesto,
—¡No se lo digas a Imanol! —La voz de Marfil se quebró en un susurro desesperado—. Tengo miedo… miedo de que lo mate.El pánico en sus ojos era tan crudo, tan palpable, que Freya sintió cómo se le apretaba el pecho. Su amiga temblaba, la respiración entrecortada como si estuviera siendo perseguida por un fantasma del que no podía escapar.Freya cerró los ojos un segundo, tragándose el nudo que se le formaba en la garganta. También sintió miedo. Un miedo que calaba hondo, que se le instalaba en los huesos. Exhaló despacio, buscando serenidad en medio de ese caos emocional, y la abrazó con fuerza, como si quisiera envolverla en un escudo invisible.—Lo siento tanto, Marfil… —susurró contra su cabello—. Déjame consolarte, por favor. Pero… también debemos contárselo a Imanol. No estás sola en esto.—Lo haré —dijo Marfil, la voz rota—. Lo haré, pero… quiero hacerlo cuando Sergio esté lejos. Y su nueva mujer también. Solo entonces… cuando no haya peligro de que él vuelva, cuando no pueda toc
Lynn se levantó de golpe, como si las palabras de Miranda la hubieran abofeteado.—¡Eso no es cierto! —gritó, su voz temblaba entre la rabia y la incredulidad—. Yo conozco a Sergio… Él no es ese hombre que me dices. ¡Él ha sufrido por Ariana! ¡Lo he visto llorar por ella! ¿Cómo puedes ser tan cruel?Miranda la observó con tristeza, como si ya hubiera visto ese mismo patrón repetirse en otra mujer rota.Su expresión era serena, pero sus ojos hablaban de dolor y cansancio.—Si sufre, Lynn… quizás sea su conciencia. Pero no por amor. Él sufre porque no pudo seguir controlándola. Porque Ariana se le escapó. Y ahora… tú podrías ser su nueva víctima. —Hizo una pausa, como si pesara cada palabra—. Escapa de ese hombre antes de convertirte en su nueva Ariana. Ya no puedo ayudarte más.Se dio media vuelta y se marchó, dejando a Lynn congelada, atrapada en una tormenta de pensamientos que se arremolinaban como cuchillas.Cada palabra de Miranda era como una piedra lanzada contra un cristal que y
Imanol no pudo apartar la mirada del video. Lo había visto todo. La risa coqueta de la mujer. El cuerpo de su hermano inclinado hacia ella con familiaridad asquerosa. La oficina donde su hermano “debía trabajar”.Sintió una punzada en el estómago, como si el asco tuviera dientes.—¿Cómo pudiste, Sergio...? —susurró, pero el odio le trepaba por la garganta como lava.Lynn lloraba. Ni siquiera intentaba contenerse. Salió del restaurante como si huyera de una pesadilla, con los ojos nublados y el corazón hecho trizas.Imanol fue tras ella, pero sus pasos no eran suficientes para alcanzar su dolor.El viento del mar le acarició la piel empapada de lágrimas. La brisa, lejos de consolarla, parecía burlarse de su miseria.—¿Cómo puede hacerme esto? —gimió, con la voz rota—. Yo… yo solo quise ser buena para él. Lo amé con todo lo que tenía... ¿Y así me paga?Temblando, sacó su teléfono y marcó. No pensaba que contestaría. Pero lo hizo.—Hola, princesa…—¿¡Princesa!? —su voz tembló, primero de
Sergio temblaba.Aun cuando los detectives ya se habían marchado hacía más de una hora, su cuerpo no dejaba de estremecerse. Estaba solo, atrapado en el eco de las palabras que le habían arrojado como cuchillas.—No puede ser cierto… —murmuró, con la voz ahogada por la incredulidad—. Ella no pudo hacerme esto. No pudo… ¡No pudo dejarme así, como si yo no valiera nada!Se llevó ambas manos al rostro, cubriéndose los ojos rojos, inyectados, con lágrimas acumuladas que se negaban a caer, como si su cuerpo no supiera si llorar o arder.No podía aceptar aquella posibilidad, no quería.Porque si era cierta… si Ariana seguía viva y simplemente lo había abandonado, lo había borrado de su vida como si fuera polvo… entonces todo lo que había sentido, todo lo que creyó compartir con ella, era una mentira.Y el alma se le resquebrajaba con esa idea.—Era mía —susurró con rabia contenida—. Me amó. Me lo juró mil veces. ¿Por qué haría algo así? Fallé, pero, ¿era para hacerme algo tan cruel?Pero la
—¿Qué dijiste? —La voz de Lynn tembló.Un escalofrío le recorrió la espalda y su corazón, ya débil por el susto y el dolor, comenzó a latir con fuerza desesperada, como si quisiera gritar también.Marfil retrocedió un paso, con el rostro pálido y la mirada perdida.—Perdóname… no debí decirlo… yo… —balbuceó entre sollozos, cubriéndose la boca con la mano, como si pudiera detener las palabras que ya se habían escapado.Pero Lynn ya lo había entendido. No era tonta. Las piezas se encajaban como cuchillas en su pecho.—No luces como tú —dijo con un hilo de voz, los ojos muy abiertos, desbordados de confusión y miedo—. Ella… ella no mintió… Miranda no mintió. Dijo que Sergio era un monstruo… que te había dañado.Lentamente, como si le doliera cada movimiento, Lynn estiró su mano y tomó la de Marfil.La miró directo a los ojos, buscando algo más allá de la piel, más allá del disfraz.—Dime… —susurró—. ¿Te mató? ¿Cómo se muere y se vive a la vez? ¿Acaso… acaso él te…?Marfil no pudo sosten