—¡No, Imanol! —exclamó Marfil, con una súplica desgarradora en la voz—. No quiero que mates a nadie…
Él la miró con los ojos encendidos de rabia contenida, pero al ver la desesperación en su rostro, su expresión se suavizó.
—Marfil, ese hombre te hizo mucho daño… no puedo quedarme de brazos cruzados.
Ella, temblando, dio un paso hacia él y lo abrazó con fuerza. Sus dedos se aferraron a su espalda como si temiera que él desapareciera en medio de su dolor.
—¡Tengo miedo! —confesó, casi en un susurro, mientras su voz se quebraba.
Imanol la rodeó con sus brazos y la apretó contra su pecho, como si con ese gesto pudiera protegerla de todos los fantasmas que la atormentaban. En ese momento, su celular vibró. Bajó la vista y leyó el mensaje. Su expresión cambió.
—Es mi hermano —dijo con voz grave.
Marfil sintió un escalofrío recorrerle la columna. El aire pareció tornarse más denso, difícil de respirar. Su estómago se encogió.
«¿Sergio? De nuevo èl como una pesadilla», pensó con miedo y frust