—¡No se lo digas a Imanol! —La voz de Marfil se quebró en un susurro desesperado—. Tengo miedo… miedo de que lo mate.
El pánico en sus ojos era tan crudo, tan palpable, que Freya sintió cómo se le apretaba el pecho. Su amiga temblaba, la respiración entrecortada como si estuviera siendo perseguida por un fantasma del que no podía escapar.
Freya cerró los ojos un segundo, tragándose el nudo que se le formaba en la garganta. También sintió miedo. Un miedo que calaba hondo, que se le instalaba en los huesos. Exhaló despacio, buscando serenidad en medio de ese caos emocional, y la abrazó con fuerza, como si quisiera envolverla en un escudo invisible.
—Lo siento tanto, Marfil… —susurró contra su cabello—. Déjame consolarte, por favor. Pero… también debemos contárselo a Imanol. No estás sola en esto.
—Lo haré —dijo Marfil, la voz rota—. Lo haré, pero… quiero hacerlo cuando Sergio esté lejos. Y su nueva mujer también. Solo entonces… cuando no haya peligro de que él vuelva, cuando no pueda toc