Lynn se levantó de golpe, como si las palabras de Miranda la hubieran abofeteado.
—¡Eso no es cierto! —gritó, su voz temblaba entre la rabia y la incredulidad—. Yo conozco a Sergio… Él no es ese hombre que me dices. ¡Él ha sufrido por Ariana! ¡Lo he visto llorar por ella! ¿Cómo puedes ser tan cruel?
Miranda la observó con tristeza, como si ya hubiera visto ese mismo patrón repetirse en otra mujer rota.
Su expresión era serena, pero sus ojos hablaban de dolor y cansancio.
—Si sufre, Lynn… quizás sea su conciencia. Pero no por amor. Él sufre porque no pudo seguir controlándola. Porque Ariana se le escapó. Y ahora… tú podrías ser su nueva víctima. —Hizo una pausa, como si pesara cada palabra—. Escapa de ese hombre antes de convertirte en su nueva Ariana. Ya no puedo ayudarte más.
Se dio media vuelta y se marchó, dejando a Lynn congelada, atrapada en una tormenta de pensamientos que se arremolinaban como cuchillas.
Cada palabra de Miranda era como una piedra lanzada contra un cristal que y