HOLA, DÉJAME TUS COMENTARIOS O RESEÑAS GRACIAS POR LEER REGÁLAME TU LIKE EN EL CAPÍTULO ♥
Imanol no pudo apartar la mirada del video. Lo había visto todo. La risa coqueta de la mujer. El cuerpo de su hermano inclinado hacia ella con familiaridad asquerosa. La oficina donde su hermano “debía trabajar”.Sintió una punzada en el estómago, como si el asco tuviera dientes.—¿Cómo pudiste, Sergio...? —susurró, pero el odio le trepaba por la garganta como lava.Lynn lloraba. Ni siquiera intentaba contenerse. Salió del restaurante como si huyera de una pesadilla, con los ojos nublados y el corazón hecho trizas.Imanol fue tras ella, pero sus pasos no eran suficientes para alcanzar su dolor.El viento del mar le acarició la piel empapada de lágrimas. La brisa, lejos de consolarla, parecía burlarse de su miseria.—¿Cómo puede hacerme esto? —gimió, con la voz rota—. Yo… yo solo quise ser buena para él. Lo amé con todo lo que tenía... ¿Y así me paga?Temblando, sacó su teléfono y marcó. No pensaba que contestaría. Pero lo hizo.—Hola, princesa…—¿¡Princesa!? —su voz tembló, primero de
Sergio temblaba.Aun cuando los detectives ya se habían marchado hacía más de una hora, su cuerpo no dejaba de estremecerse. Estaba solo, atrapado en el eco de las palabras que le habían arrojado como cuchillas.—No puede ser cierto… —murmuró, con la voz ahogada por la incredulidad—. Ella no pudo hacerme esto. No pudo… ¡No pudo dejarme así, como si yo no valiera nada!Se llevó ambas manos al rostro, cubriéndose los ojos rojos, inyectados, con lágrimas acumuladas que se negaban a caer, como si su cuerpo no supiera si llorar o arder.No podía aceptar aquella posibilidad, no quería.Porque si era cierta… si Ariana seguía viva y simplemente lo había abandonado, lo había borrado de su vida como si fuera polvo… entonces todo lo que había sentido, todo lo que creyó compartir con ella, era una mentira.Y el alma se le resquebrajaba con esa idea.—Era mía —susurró con rabia contenida—. Me amó. Me lo juró mil veces. ¿Por qué haría algo así? Fallé, pero, ¿era para hacerme algo tan cruel?Pero la
—¿Qué dijiste? —La voz de Lynn tembló.Un escalofrío le recorrió la espalda y su corazón, ya débil por el susto y el dolor, comenzó a latir con fuerza desesperada, como si quisiera gritar también.Marfil retrocedió un paso, con el rostro pálido y la mirada perdida.—Perdóname… no debí decirlo… yo… —balbuceó entre sollozos, cubriéndose la boca con la mano, como si pudiera detener las palabras que ya se habían escapado.Pero Lynn ya lo había entendido. No era tonta. Las piezas se encajaban como cuchillas en su pecho.—No luces como tú —dijo con un hilo de voz, los ojos muy abiertos, desbordados de confusión y miedo—. Ella… ella no mintió… Miranda no mintió. Dijo que Sergio era un monstruo… que te había dañado.Lentamente, como si le doliera cada movimiento, Lynn estiró su mano y tomó la de Marfil.La miró directo a los ojos, buscando algo más allá de la piel, más allá del disfraz.—Dime… —susurró—. ¿Te mató? ¿Cómo se muere y se vive a la vez? ¿Acaso… acaso él te…?Marfil no pudo sosten
Cuando Sergio regresó a la empresa, la oficina de Lorna estaba vacía. Un mal presentimiento se apoderó de él. Caminó de un lado a otro como fiera enjaulada, buscando alguna señal de su presencia. No había notas, ni mensajes, nada.Sacó el teléfono y la llamó. Una vez. Dos veces. Tres. Silencio.Minutos después, finalmente llegó un mensaje:«Estoy fuera, cariño. Me fui de viaje. Volveré pronto. No me extrañes.»Las manos de Sergio temblaron. El mensaje no solo le pareció burlón, sino lleno de una ironía cruel que lo descolocó.—¡Lorna… maldita sea! —rugió, lanzando el teléfono contra el escritorio. Cayó al suelo con un sonido seco, pero ni siquiera lo miró.Llamó a sus hombres de confianza.—¡Encuéntrenla! ¡Ahora! No quiero excusas. ¡Tráiganla ante mí! Esta vez… no tendré piedad.Los guardias se pusieron en marcha de inmediato, sabiendo que la furia de Sergio no era algo con lo que se pudiera jugar.Él volvió a su escritorio, pero ya no era capaz de concentrarse. Firmaba papeles sin le
—¿Qué está pasando...?La voz de Imanol se quebró, apenas cruzó el umbral del salón. Su madre y Marfil lo esperaban en silencio, con una tensión densa flotando en el aire, como si algo hubiera muerto allí antes de su llegada.—Siéntate, hijo.Freya lo dijo en un susurro, como si le doliera hablar.Imanol sintió que algo en su pecho se cerraba. El corazón le latía con violencia, como si su cuerpo presintiera lo que su mente aún no podía comprender.Caminó con pasos inseguros hasta el sofá y se dejó caer frente a ellas.—Por favor… hablen. Me estoy poniendo nervioso.Freya le tomó la mano. Estaba helada.—Hice algo... cuando Sergio estuvo aquí. No sabía cómo decirte esto.Imanol frunció el ceño.—¿Qué hiciste, mamá? ¿De qué estás hablando?Ella respiró hondo, luchando contra las lágrimas.—Mandé a hacer una prueba de ADN entre tú y Sergio. Lo siento, hijo…Le extendió unos papeles arrugados. Su voz se rompió como un cristal.—Sergio no es tu hermano de sangre.Imanol se quedó en blanco.
Miranda se quedó sin palabras. Su boca permaneció cerrada, pero su corazón… su corazón no mentía.Sí, todavía amaba a Arturo. Lo había intentado negar, ocultar, enterrar bajo el peso de la traición, pero el amor no se borraba, así como así. Sin embargo, una parte de ella gritaba con fuerza: ¿de qué servía amar a alguien si no podías volver a confiar en él?—Marfil… no hables más de eso, por favor —dijo al fin, su voz temblorosa, apenas un susurro.Marfil no insistió. No era el momento, no aún.Solo la abrazó, fuerte, como si quisiera sostenerla por dentro, y deseó, con todo su corazón, que algún día su amiga encontrara la paz que tanto merecía.Esa noche, aunque compartieron el mismo techo, durmieron en silencio, cada una sumida en sus propios pensamientos.Marfil sabía la respuesta a esa pregunta que Miranda se hacía: sí, aún lo amaba… pero también sabía que el amor, sin confianza, era una casa con grietas. Y aun así, deseaba con todas sus fuerzas que Miranda volviera a ser feliz.***
—¡¿Dónde está mi esposa?! —exclamó Sergio con un rugido que sacudió las paredes del despacho.Los dos hombres frente a él se intercambiaron una mirada rápida, incómoda, y luego negaron con la cabeza.—Eso no es algo que podamos responderle, señor… —murmuró uno de ellos, inseguro—. Lo siento, ¡no lo sabemos!Sergio golpeó el escritorio con ambas manos, haciendo vibrar los objetos sobre él.El sonido seco del impacto resonó como un disparo en la sala.Sus ojos, rojos, inyectados de furia y lágrimas contenidas, lo hacían parecer un hombre al borde del colapso.Sus labios temblaban, apretados por la rabia. Estaba al límite. El aire a su alrededor parecía más denso, más cargado.—¡Van a seguir investigando! —ordenó, su voz desgarrada—. ¡No me importa si tienen que quemar la ciudad entera, quiero respuestas! ¡Nombres! ¡Fechas! ¡Motivos! ¡Lo que sea!—Señor Torrealba… —dijo el otro detective con cautela—. Ya le dijimos que el fiscal Montoya fue el culpable de todo esto, en realidad su red de
La ginecóloga pidió a Lynn recostarse en la camilla. Marfil permanecía a su lado, sujetando su bolso, intentando no mostrar cuán nerviosa estaba también. La habitación olía a desinfectante y tenía una luz blanca, fría. Un monitor titilaba con líneas que aún no mostraban nada.—Te voy a aplicar un poco de gel, está frío —avisó la doctora con amabilidad.Cuando el gel tocó su vientre, Lynn se sobresaltó, una oleada de emociones cruzándole por dentro. Sin pensarlo, estiró la mano y buscó a ciegas la de Marfil, como si necesitara un ancla para no hundirse en el miedo. Sus dedos se aferraron con fuerza.Marfil, sin decir palabra, respondió con una sonrisa serena, pero sus ojos brillaban con una ternura protectora que hablaba por ella. En ese instante, era más que una amiga: era su familia elegida, su escudo, su fuerza.Y entonces, en la pantalla, una imagen comenzó a tomar forma.—Ahí está —susurró la doctora—. Mírenlo.El corazón de Lynn se detuvo por un segundo.Era diminuto, frágil como