Ya han pasado tres meses en la Cass de Leux. Poco a poco se había ido acostumbrando a aquella vida hasta parecerle normal. Algo había cambiado en ella, sus ojos son más profundos, sus pasos más fuertes, su voz ya no tiembla al hablar con un cliente sino que los aborda segura de sus encantos. Era consiente que una parte de si había o estaba muriendo pero sigue siendo fuerte.
Esta vez no le intimida el bullicio de la fiesta, ni las miradas sobre su piel, solo espera que la noche la acerque un poco más a la corte. Con un poco de suerte podría conseguirlo. Este es un evento más abierto, había más damas, damas de verdad no como ella, y los lores y caballeros les coquetean hasta con cierta pureza, pero entiende que ellos saben cómo diferenciarlas, a esas damas de verdad, de damas como ella. Se abre el baile, un hombre se acerca a ella. Es bueno haber tenido suerte tan temprano en la noche, conociendo la habitualidad del oficio tal vez podría volver a incorporarse a la fiesta más tarde. —Buenas noches señorita. —la saluda un caballero. Ella se gira hacia él. —Buenas noches mi señor —reverencia al joven, muy apuesto, pocas veces tenía tanta suerte, y al parecer años menor que ella. Se queda mirando sus ojos grises y recuerdos llegan a su mente, pero era obvio que alguna vez encontraría a alguien con ese mismo color de ojos, y debe superarlo. —Seguro. Es buen bailarín y muy galante. Su voz dulce la acoge y la hace sentir respetada como no lo es hace mucho. —¿Tendré el placer de saber su nombre? —le pide de forma muy dulce. —¿Hace alguna diferencia mi nombre? —¿Solo si hace alguna diferencia el mío? —responde de forma enigmática. —Llámeme como desee. —permite ella y el la hace dar un giro para después llevarla a pegarse a su pecho. —¿Una doncella hermosa tal vez? Su sonrisa es seductora, perfectamente blanca dibujándose en sus rosados y carnosos labios. — Puede que no precisamente una doncella. —No entiendo porque dice eso —la hace girar entre sus brazos —belleza sin sinigual, excelente bailarina, ¿Qué podría denigrar tal esplendidez? —Mi trabajo mi lord —discretamente dice en su oído —puedo mostrárselo más tarde si lo desea. Él queda impávido al entenderla. —No parece usted una cortesana señorita —duda de su confesión. Y el corazón de Ericka da un pequeño vuelco de vergüenza al oír sus palabras, después de tanto tiempo nunca se había sentido más, más puta. —Se lo demostraré si lo requiere. La pieza termina al mismo tiempo que ellos se separan, ambos se hacen una reverencia mutua mientras entran nuevas parejas al centro del salón. —Disculpe —se excusa alejándose de ella y mira al suelo. —“Que pérdida de tiempo” —piensa Ericka ofendida buscando un nuevo cliente y sigue a la espera hasta que el baile cierra. (…) El mayor de los dos hermanos está sentado en la cabeza de la mesa mientras en cada una de sus rodillas tiene una chica. Ellas ríen a la vez mientras beben y lo besan. Por la puerta entra el menor de ellos, que intenta atravesar el espacio prestándole la menor atención posible. —¿A dónde vas hermanito? —en su voz se denota que ha sido poseído por el alcohol —SI estás aburrido te presto una. La frase de su hermano hace que se le revuelva el estómago. —No gracias —contesta a punto de cruzar la puerta pero la voz del otro lo detiene. — ¿Qué pasa? ¿No pescaste nada interesante en la fiesta? —aparta con delicadeza a las chicas de su lado — ¿Qué pasa hermanito? —su aliento destila puro alcohol — ¿Sigues creyendo en esas tonterías del amor eterno y las hadas? —Suelta una carcajada que resuena de forma estruendosa. — ¿O será que no te gusta ninguna doncella? Pues yo te lo agradecería, así padre te acaba de desheredar y te exilia del reino —aquello perece hacerle mucha gracia. —Sí, sé que me quieres mucho. —No digas eso hermanito —pasa un brazo sobre los hombros del otro —SI sabes que yo te quiero pero con la fama que te estás ganando cada vez me haces más fácil tenerte lejos. Hasta los reinos vecinos se han negado en proponerte a sus hijas. Las palabras de su hermano y las burlas que recibe por una buena parte de la corte, las miradas de las chicas que no se le acercan y la indiferencia de su padre son cosas que empiezan a afectarle, la presión influye cada vez más. Quizás fuera hora de cambiar eso, nunca había tenido interés en liderar el reino, pero quería el respeto de sus súbitos por si algún día terminaba necesitándolo. —Quizás tú deberías centrarte en vez de pasarte todo el día ahogándote en la reserva real de vino, y dejar de meterte en mis asuntos. Ultima dando un portazo. (…) Ya era de día, su horario de descanso al ser de profesión nocturna. Cualquier cosa que perturbase su sueño era súbitamente estresante. Angélica la llama desde el otro lado de la puerta dando gritos que la despiertan. —¡Qué! —le gruñe de muy mala gana soñolienta —Un señor ha venido a buscarte, quiere que lo acompañes, al parecer un cliente te ha mandado a llevar. —¡Que venga en la noche! —¡Paga el triple! Como un resorte se sienta en la cama al oír lo del dinero. —Está bien, en seguida me arreglo —se levanta molesta a prisa para volver a vestirse. Todavía está medio adormilada pero puede percibir que el camino que llevan se dirige al castillo. No lo puede creer, si había conseguido un cliente del castillo el camino podría empezar a aclararse. En el castillo viven muchas personas a parte de la familia real. En sus enormes paredes reside una pequeña ciudadela donde conviven nobles, caballeros, cortesanas, sirvientes, todos puntos factibles para obtener información. —Continúe derecho, el señor la espera en el jardín —le indica el mozo que la había acompañado. Las instrucciones parecían fáciles pero entre tanta inmensidad es fácil perderse, para su suerte el esplendor del jardín interior fue fácil de encontrar. —Bienvenida, la esperaba, mi doncella sin nombre —besa con gentileza su mano. —Un momento —recapitula ella —, ¿fue a usted a quien conocí en el baile anoche? —Es tan aguda como bella —Su manera cortés de hablar es un poco empalagosa para su gusto. — ¿Y a que debo este honor? —pregunta al recordar la negativa que había recibido la noche anterior —Le pido disculpas por mi comportamiento anoche —Queda perdonado —asiente con la cabeza —, pero si me permite preguntar ¿Para qué me ha llamado? —ciertamente no parece un hombre acostumbrado a solicitar “servicios”- —Caminemos mientras hablamos. Verá, permitiéndome ser sincero con usted, desde que llegue a la madurez he sido aconsejado de elegir alguna dama, o dama en su defecto, que me sirva de compañera hasta que pueda casarme, la verdad es que la idea me parecía abrumante, pero desde que la conocí anoche, no he podido dormir pensando en usted. —Es halagador —responde algo intrigada. —Así que quiero ofrecerle a parte de un pago decente, un puesto en la corte y una vida en el castillo. —Es usted muy elocuente incluso para ofrecer una oferta de este tipo de trabajo —él sonríe —Y su propuesta es muy tentadora para decir que no. —Magnifico —da un aplauso para expresar su alegría. Y ella sonríe ante un gesto tan infantil. —¿Y a quien me debo mi señor? —seguía siendo desconocido para ella quien era él joven. —¿Acaso importa? —responde desviándole el tema. — ¡Príncipe Nicolás, príncipe Nicolás! —grita, mientras se les acerca corriendo a duras penas, un señor de poca altura y a la vista muy bien alimentado El hombre recupera el aliento apoyando las palmas en las rodillas. Los ojos de Ericka se abrieron expectantes —El rey lo llama con urgencia. —informa. —Con tu permiso, luego seguiremos hablando —se marcha con el curioso hombrecillo. “Vaya, vaya, picarona, menudo pececillo has pescado —habla sola frente al espejo de su nueva habitación —Por fin una verdadera oportunidad. Nada menos que uno de los príncipes, y parece bastante agradable, aunque no te engañes, es igual que todos, todos esos peces ricos están cortados por la misma tela. Si hablase menos, —suspira —espero que no sea tan elocuente en la cama —quita los pendientes de sus orejas —, o me dormiré del aburrimiento. Tengo que aprovechar esto mientras dure, no sé cuánto tiempo logre estar aquí. Deja que se lo cuente a Angela, me querrá matar de la envidia.” Tocan a la puerta — Adelante —la puerta se abre —Mi señor. —Perdonad que nuestra charla haya sido interrumpida. —No hay nada que perdonar su majestad. —ella le abre el paso para que el entre a la habitación. —Ya sabes mi nombre, debería yo saber el tuyo —Cristal, señor —miente usando su alias de trabajo. —Por favor deja de ser tan formal. —Como lo prefiera, solo estoy aquí para complacer vuestros —cambia sus palabras —, sus deseos. —La verdad es que no sé qué hacer o cómo comportarme, no hay un protocolo que te enseñen para esto —rasca su cabeza y ella ríe divertida. —Solo dígame que desea y yo haré el resto —intenta acercarse seductoramente pero él se escabulle de sus manos —¿Y vos? Deseas algo, mandaré a que te lo traigan enseguida —intenta escapar de sus brazos, pero la chica lo rodea por detrás del cuello. —Estoy bien gracias. —Te dejaré descansar, seguro que no haz dormido mucho desde anoche y el viaje puede ser agotador —huye de sus brazos para marcharse “Es un niño —sigue hablando sola —tímido, asustado, seguramente virgen y manipulable, será útil. Es un príncipe”