Decisiones

El comentario de Ángela hace eco en su pensamiento. Siempre había querido formar parte de la corte, pero no de aquella manera.

Flashback

En aquellos tiempos no llegaba a los trece años pero si algo había aprendido bien de su padre eran aquellas lecciones de arco y espada impartidos en su niñez e inicios adolescentes. En numerosas ocasiones este, su ídolo, como ella le veía, había reconocido su talento como más que excepcional y lamentaba que fuese mujer pues, siendo hombre podía llegar lejos como guerrero.

Pero ella estaba más que decidida a hacerlo, estaba decidida a probar que podía ser un buen guerrero, para llevar honor y sobretodo prosperidad económica a su hogar. Siendo hija única no iba a esperar que decidieran cazarla con algún mercader de poca monta.

Aquel día cortó su largo cabello negro por encima de sus orejas, su falta de desarrollo corporal que llegaría años más tarde le ayudó a ocultar su feminidad el día en que se hicieron las inscripciones para el escuadrón de reclutamiento. No fue una sorpresa para ella cuando tuvo algunos de los mejores resultados en las pruebas. Durante tres años fue la última en utilizar los baños, la que nunca se quejó de un golpe o enfermedad, la que más se esforzó por sobresalir solo por sus méritos.

Para sorpresa de una madre triste y un padre incondicional después de tanto tiempo, aquel rayo de sol regresaba a casa, su hija más grande, porte de varón pero con un bello rostro del que muchos de sus compañeros se burlaban por ser muy femenino. Comentarios que le provocaban una risa nerviosa.

Entró en aquella morada que no veía hacia tanto tiempo dejó su armadura, el arco y su ropa envuelta en un saco en el piso para abrazar a su familia. El calor de los brazos de sus padres era lo que más extrañaba de todo.

Tras servirle un poco de comida y agua a su fatigada hija, la mujer más mayor se sentó a su lado en la pequeña mesa.

—No sabes cuánto los he extrañado, me habéis dado fuerzas para continuar muchas veces

—Hija, no creo que hayas escogido bien —dijo lo más dulcemente que pudo.

—Un día viviremos en la ciudadela, ya verás, ¿verdad papá?, yo sé que tienes fe en mí —aseguró soñadora.

—Ericka, has llegado muy lejos, más de lo que nunca creí, pero nunca llegarás a tanto, apenas si puedes contener tu secreto, ¿Qué pasará cuando tu cuerpo de mujer florezca? ¿Cómo harás para ocultar quien eres toda una vida? —cuestionó su padre avizor.

—Tengo una idea, hay un torneo, si gano puedo hacerle una petición al rey, le pediré que me acepte por quien soy, así no tendré que ocultarme más seré la primera mujer guerrera del reino.

—¡Creo que has perdido el juicio! —se burló la madre, a Ericka no le gustó el comentario y dejó la vasija aun sin terminar sobre la mesa.

Su padre puso una mano en su hombro

—Sé que lo harás, no importa lo que pensemos no razonarás con la verdad, ni aceptarás que luchar por tú sueño es imposible, te apoyo y si puedo ayudarte a entrenar lo haré, después de todo es mi culpa que tengas todas esas ideas en la cabeza.

Y sí entrenó, durante tres meses entrenaba desde que salía el sol hasta que se ponía, antes de regresar de nuevo al ejército puesto que la fecha destinada para el torneo se acercaba. Eran muchos de sus compañeros los que se presentarían, pero la mayoría esperaba que ella ganase.

Sería un espectáculo ver como aquel flacucho que lucía tan delicado atacaba como bestia a veteranos y jóvenes caballeros en combate. Algunos estaban aún más expectantes pues conocían su secreto, secreto que habían jurado guardar por el cariño que les había hecho sentir aquella niña.

Solo cinco personas en el mundo conocían su secreto, su madre, su padre y tres de sus compañeros. Y eran las cinco personas en el mundo a las que le confiaría su vida. El revelar algo por lo que podrían matarla a tres personas más no fue algo deseado.

Sus tres amigos la descubrieron lavando sabanas manchadas en sangre dentro de los baños una noche. Una nueva etapa de cambios de su vida había comenzado en el peor momento, fue ahí cuando vulnerable sus emociones la traicionaron y sintió la necesidad de pedirle ayuda para guardar su secreto, ya que, una vez cada treinta días necesitaría su apoyo.

—¿Crees que gane ella, Miguel? —debatían sus tres más llegados compañeros en las duchas.

—Yo si lo creo —contestó el rubio de los tres, Luján.

—Yo apostaré diez peniques a que lo hace —certificó el más trigueño que lucía una cicatriz en la frente.

—¿Tanta fe le tienes? —preguntó el primero, secando sus cabellos negros y rizados.

—Pues claro Luis, Ericka ha demostrado estar en la élite de los reclutas —aseveró el de cabellos dorados.

—¿En serio crees que una mujer ganara la competición?

—Mujer o no es una fiera en el arco y la espada, y habla bajo que pueden escucharnos —lo regaño Luján.

Desgraciadamente aquella preocupación fue realidad, otro miembro del equipo los escuchaba a escondidas y consiguió lo que quería. Era otro participante del torneo y se las jugaría todas por tal de conseguir el premio gordo, una bolsa de monedas de oro. Con aquella información podría sacar a la mayor amenaza del juego y seguro ganaría.

Al día siguiente antes del amanecer uno de sus amigos la despierta de forma brusca y pone un mano en su boca para que no haga ruido.

—¿Qué es lo que pasa? —reaccionó asustada ella.

—¡Tienes que salir de inmediato de aquí! Miguel te espera con un caballo abajo pero no podemos perder tiempo —le informó el chico de ojos verdes.

—No entiendo ¿De qué hablas Luján? —intentó entender ella

—Se ha filtrado que eres una mujer y van a pedir tu cabeza por traición —explicó de forma rápida empujándola fuera de la cama.

—¡No puede ser! —se lamentó, había estado tan cerca de lograrlo.

—Levántate y corre. —el chico casi la empujó de su cama.

Salió despedida de aquel lugar, Luis se había encargado de conseguirle algo de tiempo y cuando llegó a las caballerizas cogió el caballo que Miguel ya había preparado para ella.

—Huye y no pares, ¡no mires atrás! —pidió él del cabello negro

—¿Pero? —se aventuró a balbucear en medio de tanto enredo una vez montada en el caballo

—Estas no son horas de protestar, ¡solo corre! —y le dio un azote al caballo que salió impulsado de allí.

De nuevo en su hogar a su padre solo le hizo falta mirarla para entender lo que había pasado y la recibió con los brazos abiertos feliz de que estuviese viva.

Todos aquellos momentos habían aparecido en su cabeza. Y pensó que utilizaría quien era para conseguir lo que quería y esta vez sí lograría triunfar en ello.

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