Cambio de vida

No puede hacer más que sentirse nerviosa, su gran templanza se veía embelesada en situaciones como esta. Con el ajustado vestido, el pequeño sostén que saca a la vista la mayor parte de sus senos y el fino maquillaje, parece otra persona diferente, más femenina, más mujer y muy hermosa.

Cada quien discute sus propios asuntos al compás de la buena bebida y la maravillosa música de orquesta. Ella solo sabe asentir y reverenciar cada vez que su amiga le presenta algún “conocido”.

—Espera aquí un momento, voy a hablar con un alguien y no quiero que me lo robes —le sonríe con picardía dejándola sola.

Casi instantáneamente como quien está esperando la oportunidad, un joven, no muy apuesto pero tampoco de aspecto desagradable, y muy bien vestido, se acerca a ella.

—¿Eres nueva por estas zonas? Creo que de haberte visto te recordaría. —pregunta el hombre galante.

—Si. No soy de por aquí. —ella mira nerviosa sus ojos grises.

— ¿Y piensas quedarte por mucho tiempo? —él da vueltas en círculos examinándola a detalle, como un trozo de carne.

—El necesario.

—Creo que podemos hacer de ese tiempo algo productivo. ¿No crees? —le pasa el brazo por su cintura y la acerca a él.

—No lo sé–dio un paso hacia atrás —ni siquiera sé quién eres

—Yo sí. O más bien se “que eres” —le susurró al oído —así que no finjáis decencia. Estaré cerca, mi oferta es buena y es posible que cambie de elección rápido —repuso alejándose a hablar con otro grupo de hombres.

Angela regresa de su corta desaparición y espera a que el caballero se retirare para acercársele.

—Eso fue —busca las palabras para describirlo

— ¿Repugnante?

—Si —la palabra era certera —dijo algo sobre las “de mi clase”, denigrante.

—Abre los ojos amiga, estas cambiando placer por unas cuantas monedas, no esperes que alguno de ellos te mire de una forma diferente a la que miran un pedazo de carne. Mira el otro lado, ahí tienes tú boleto a la corte ¿no es lo que querías?

—Sí, pero… —es interrumpida

—Nada de peros, tú tómate esto —le alcanza una copa de vino en la que deposita unas gotas de alguna sustancia —y la noche será más llevadera. A provecha la oportunidad, solo se entretendrá contigo un par de noches con suerte, luego buscará una chica que satisfaga un nuevo antojo.

—Lo entiendo. ¿Y qué debo hacer? —busca asesoría en la veterana

—No te preocupes, solo déjate llevar, no te pongas nerviosa, aunque lo que te acabo de dar ayudará bastante.

Ericka suspira, aquello empieza a parecer más difícil de lo que había pensado. Avanza hacia el hombre que le había coqueteado antes.

—Umm, —carraspea para llamar su atención.

—Ohhh, —se asombra sonriente —veo que lo has pensado.

—Si. —responde con timidez

—¿Me imagino que eres nueva en esto? —intuye al verla con la vista gacha

—Si

—Vaya, vaya, pues qué suerte tengo —dice en tono vicioso mientras la recorre con los ojos

Ese gesto hace que la piel de ella se erice.

—Serán un par de coronas extras —tartamudea las palabras que le había dicho su compañera

—No te preocupes, el dinero no me es problema, valdrán la pena —le levanta el mentón con sutileza para analizar de cerca sus facciones.

Llegan a una habitación enorme, los candelabros dan una tenue luz y la hacen acogedora pero tenebrosa, hay una enorme cama en el centro con adóseles que la cubren. Saber que el momento estaba cerca la pone nerviosa, saca el pequeño frasco que le había dado su amiga, él lo nota y de un manotazo lo arroja al suelo.

—No, nada de caminos fáciles, —aquellos ojos grises se anuncian en un gesto de peligro esta noche serás mía y quiero que lo sepas.

Desabrocha con violencia la parte trasera de su vestido, con suficiente fuerza pero sin rasgarlo para recorrer con su húmeda lengua desde el borde de la cadera por toda su columna hasta llegar a la oreja. A ella se le eriza la piel provocada por el temor

—Quiero ver tus ojos mientras te hago mía —termina de quitarle el vestido y la gira bruscamente frente a él.

Recorre con la vista su piel desnuda, ríe de forma perversa al ver como ella intenta cubrirse con las manos, y tiembla, provocar ese efecto lo complace. Con una mano garra con fuerza su rostro mientras con la otra la obliga a dejar de taparse para fusionar ambas bocas posesivamente.

—Esta noche te volveré una verdadera puta

La lanza sobre la cama, se quita la ropa y se abalanza sobre ella que intenta retroceder hasta topar la cabecera de la cama. Él comienza a besarle la cúspide de su cuerpo mientras se restriega contra ella. Los dientes de él la pellizcan y provocan dolor, quiere quitárselo de encima pero sabe que no debe.

Él vuelve a buscar sus labios, tira de ellos y mete su lengua en la boca de la chica que no sabe cómo responder y solo lo deja hacer. Baja una mano hacia las partes íntimas de ella, acaricia su vello y sigue su camino por la separación de sus labios para moverse entre ellos.

Ella empieza a sentir como un líquido caliente empieza a salir de entre sus piernas, las aprieta para ocultarlo pero él baja más sus dedos buscando su humedad. No quiere permitirle el paso pero él le obliga a abrirlas con un movimiento de sus manos sobre el delgado muslo de la chica.

—Así me gustan. —susurra en su oído.

Se reincorpora frente a ella para obligarle a abrir las piernas, de rodilla sobre la cama avanza para llegar al interior de sus ingles. En ese instante entra en ella, que siente un dolor inmenso provocado por la embestida desgarrando su himen y abriéndose paso en su estrechez. El continúa embistiéndola, con cada movimiento el dolor disminuye aunque el ardor continua, pero una sensación cálida y placentera la recorrer, una sensación que no quiere sentir. Estar ahí, obligada a ello la hace sentir vulgar y rebajada.

No puede contener un gemido como escape de lo que siente. Mientras ella jadea, quiere apartar el rostro pero él la obligaba a besarle. Las embestidas continúan haciéndose más fuertes hasta que finalmente para, y el desploma su cuerpo sobre el suyo sin dejarle respirar. Está agradecida de que todo haya acabado.

Él se levanta, y a ella un millón de pensamientos la abruman, cuando lo ve arrojar una bolsa con monedas a su lado.

—Vístete y vete —le ordena y sale de allí.

Pero ella no puede moverse, todo su cuerpo duele, pero más duele su conciencia.

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