Un grupo pequeño de damas toma el té en uno de los salones, el lugar es ostentoso y lúgubre como parece serlo todo en ese lugar, son tres las que están sentadas en diferentes sillones de alguna extraña tela formando algo parecido a un ovalo.
Hablan de cosas triviales, cosas que Ericka no tiene ni la mínima intención de entender, piensa en alejarse pero se da cuenta de que le sería ventajoso tener amistades como aquellas, así que se acerca discretamente al grupo. —Vaya si es la elegida —dice una dama pelirroja asombrada. Ericka le dedica una sonrisa fría de cortesía. —No te lo tomes a mal querida —responde otra terminando su sorbo de té. Se ve algo mayor en comparación con sus compañeras —ven acompañarnos, aprieta un poco a las otras para darle un lugar —Muchas de nosotras hemos intentado llamar la atención del príncipe y hasta hora no se había fijado en ninguna mujer que supiéramos, hasta llegamos a pensar que carecía de esos intereses —baja la voz —ya sabes, las cosas que se ven en este mundo. —La verdad es que no lo entiendo, no tienes nada de otro mundo —cuchichea la de pelo escarlata celosa —y aunque le parece de mal gusto, Ericka guarda la compostura. —Ni yo —ríe demostrando que no la intimida y las otras la acompañan viendo como el comentario pasa a ser una broma —¿Y ustedes? —Yo soy Guiniber —se presenta la más amable hasta el momento, y estas son Dianel y Lisa —Acompaño usualmente al general, y ellas al príncipe Antuan. —Vaya —responde Ericka con asombro, sabía que los hombres de corte recibían las atenciones de varias cortesanas, pero no de tantas. —Pero no te asombres, no somos las únicas —alega Lisa sonriéndole. Lisa es de pelo café y ojos azules. —Y dudo que tú lo seas por mucho tiempo —agrega Dianel igual de arisca, parece aprovechar cada oportunidad para llevar su autoestima al piso. —Déjala Dianel. —interviene Lisa —Discúlpala, el príncipe se casa dentro de poco y cuando se aburra de la princesa buscará una piel más fresca que no haya tocado antes y dejará de ser su favorita. —Eso no pasará —asegura altanera la otra —yo lo conozco como nadie lo hace, y me cuenta las cosas que no comparte con nadie, esa estúpida princesa solo será un adorno para los bailes. —¿Eso quiere decir que el rey abandona el trono? —indaga Ericka con sutileza. —En realidad Antuan dirige el reino hace bastante tiempo. El rey solo bebe vino y se esconde de la reina para ir con las más nuevas. Solo están esperando el casamiento para hacerlo oficial —asegura acomodándose en el asiento vanidosa de conocer información importante. “Así que es uno de los príncipe quien se encarga de los asuntos del reino, lástima que su confidente sea tan molesta, tendré que buscar otra forma de conseguir la información” —piensa Ericka manteniéndose en silencio. —¿Y de dónde eres? —Se interesa falsamente Lisa —De los campos. —responde de forma vaga, no esperaba formar amigas allí. —Has llegado lejos para ser tan joven —señala Guiniber “Y llegaré aún más lejos” —piensa Ericka por dentro. Llega a la habitación y cierra la pesada puerta de madera con cuidado, casi le da un infarto al ver al joven acostado en su cama y se lleva una mano al pecho para controlar sus pulsaciones. —¿Por dónde andabas? —pregunta la voz que ya está dentro de la habitación. Ella detiene sus ojos en él unos segundos, le parece muy graciosa la sonrisa en su rostro y la forma en que la miran aquellos ojos grises. Al fin un cliente que no le diese ganas de vomitar, esto hasta podría disfrutarlo. —Fui a dar un paseo por los jardines —explica sonriente y se adentra más en la habitación. —Me alegra que te estés adaptando —esboza una sonrisa complaciente, parece genuina. Eso la pone de buen humor. —¿Desea algo en particular? —pregunta acercándose seductoramente al príncipe. Este se aleja con discreción como un ratón ante un feroz minino. Aquella actitud era extraña, un hombre en su cama y que no la lanzase con el contra el colchón era más que extraño. —Solo quería saber si estabas a gusto —se excusa huyendo sobre la cama. Ella se queda pensativa un segundo, lo que habían insinuado sus compañeras hace mella en su mente, ¿sería cierto? ¿Sería que no la deseaba? —Príncipe ¿puedo preguntarle algo? —se toma la atribución de soltar. —Llámame Nicolás. —pide él llevando sus manos a los bolsillos. —¿Por qué me trae para tenerme cerca pero a la vez se aleja cuando yo me acerco? —se mueve como pantera para acortar la distancia entre ambos, pero con movimientos prudentes para que no vuelva a escaparse. —Es que sé que me ves como una obligación y yo, —hace una pausa por las dudas que atraviesan su mente — no sé cómo verte a ti. —explica —Todo el mundo espera cosas de mí que no se si puedo dar, pensé que podrías ayudarme con al menos una de ellas. Ericka imagina la presión que debe sufrir el chico al no lucir como el resto de los hombres de la corte, al ser más delicado, educado, al no sentirse bien de estar rodeado de mujeres rogando por su atención. —¿Cómo me viste aquel día en el baile? ¿Cómo un deseo, un capricho? —Pone sus labios tan cerca de los suyos hasta que puede sentir su respiración — ¿Cómo algo hermoso para poseer? Porque si es así deberás hacerme tuya en algún momento. —Yo, cuando te ví noté algo en tus ojos, un dolor, una inocencia, es como si viese mis sentimientos en los tuyos —para ella era muy extraño que alguien pudiese ver algo que ya ella misma no percibía en sí —Cuando me dijiste lo que… —baja la vista al piso como si fuese algo incómodo de pronunciar. —Soy una prostituta, puedes decirlo, no siento vergüenza de lo que soy —en el fondo sí que siente vergüenza de lo que se ha convertido. —A lo que te dedicas, no supe reaccionar, me asusté. Luego pensé que serías la correcta, para mostrarme un arte totalmente desconocido, para apaciguar mis dudas sin recelos y tener una persona para ser yo mismo. “No es la clase de chico que le gusta lo mismo que a mis otros clientes, tal vez solo tal vez debería verlo como un persona, porque el me está viendo como un y no como un pedazo de carne” —Yo también tengo miedo —confiesa Ericka sin alejarse —tengo miedo que después te aburras de mí y seas igual que los otros, que busques lo nuevo y olvides que yo existo —Eso nunca pasará —él le acaricia el rostro —Porque lo que sentí cuando te vi por primera vez dudo que vuelva a sentirlo, porque nunca lo he sentido con nadie —la besa. La besa de una forma que ella nunca había vivido, roza delicadamente sus brazos con las yemas de los dedos, ningún hombre la había tratado nunca así, nunca se dio la posibilidad de probar algo distinto antes de meterse en se mundo oscuro donde la bondad no existe. —¿Me deseas? —pregunta ella como si en realidad se lo afirmase a sí misma. —Si lo hago —confiesa el joven Una mirada a la parte baja de sus pantalones se lo confirma, las mujeres aquellas estaban equivocadas. Ella da un paso hacia delante y el retrocede al mismo tiempo por instinto. —Iremos despacio si es lo que quieres. El respira al oír sus palabras. —Estoy aquí para servir tus deseos, y siéndote sincera estoy a gusto con eso, contigo. Así que nos moveremos a tu ritmo, señor.