Killian no aparece en toda la noche y Roy se queda a dormir en la habitación de invitados mientras yo me como las uñas en el sofá. Son las cuatro de la madrugada cuando escucho su deportivo crujir contra la grava y el sonido de la lluvia. Hace que me levante de un salto y corro hasta la puerta de entrada abriéndola de par en par. Se me moja un poco el pijama y me abrazo a mí misma conteniendo las ganas que tengo de correr a él.
Viene hundido en su sudadera empapándose de pies a cabeza y aunque estamos a oscuras yo puedo ver con claridad como el pelo mojado se le pega a la cara y como sus manos grandes y tatuadas tienen heridas. No me importa mojarme, le aparto el pelo de la cara y descubro la sangre que tiene en la ceja (seguramente rota) y un pequeño corte en el labio.
—Killian —susurro.
—Estoy bien —dice y me aparta las manos de él.
—No me alejes —me quejo y vuelvo a tocarlo. No puede esconderse de mi ni en la completa oscuridad de casa—. Ven...
Mañana limpiaré todo el desastre del