DANALa llamada nos despierta. Killian se sienta en calzoncillos en la cama y creo ver como cruza los dedos. Yo lo sé en cuando veo el movimiento de sus músculos y como aprieta el puño en celebración, así que cuando cuelga el teléfono me echo sobre su espalda y me cuelgo de él como un mono.—Estás de cuatro semanas.—¡Qué bien! —exclamo.Me gira en su cuerpo y termino sentada en su regazo.Es domingo y parece que se le ha olvidado el lío que tiene fuera de casa. De echo no parece el jefe de ninguna banda ni un hombre que intimide. Está feliz dentro de casa y con nosotras.Mientras yo tomo el sol en una tumbona, él enseña a Sofía a nadar y se le sale el corazón por la boca cuando la ve correr por el borde. A mi también.—¡Sofía! —grito—. Que no corras por ahí, te puedes caer.—Hazle caso a tu madre —le reprende Killian.Se planta al borde y flexiona las rodillas.—¡Papá cógeme! —exclama y se tira. Su padre la coge al vuelo—. ¡Mamá ven al agua!Me levanto de la tumbona y me tiro de cabe
DANAKillian lo intenta pero creo que es imposible. Todas las mañanas dejamos a Sofía en el colegio y me arrastra con él al club para no dejarme sola en casa con los ocho meses de embarazo. Muchas veces Andrea está conmigo pero hoy no es uno de esos días así que me paso horas sentada delante del escritorio de Killian leyendo papeles de la empresa.—Me aburro —canturreo—. Voy a subir a ver una película o a hablar con los chicos.Él me mira de reojo. Hay muchos chicos que han entrado nuevos al club, otros tantos se han retirado para formar sus familias o por mellas de las peleas. A mi ni se me ocurre discutir con Killian el echo de que puede dejar la banda y centrarse solo en la empresa; él lo dice: esto es su vida, le gusta y lo disfruta. Solo nos armaría una discusión si intento decirle que deje este mundo.—Que no se pasen de listos —me advierte.—A algunos les da miedo hablar conmigo por tu culpa.—Eres mi mujer, tienen que saber los límites.Le doy un beso y subo las escaleras. Me
DANACuando por fin nos asentamos y hemos cogido de nuevo el ritmo a las noches en vela y a tener un bebé en casa, Killian se atreve a organizar una reunión en el club para que todos conozcan a nuestra pequeña Alina.Sofía corretea con otros niños por ahí y arrastra de la mano a Josh que no puede seguirle el ritmo y se queda dormido en el regazo de Andrea durante la comida. Si corretea por ahí por lo menos llegará cansada a casa y dormirá del tirón. Y Killian necesitaba beber con sus amigos y quitarse de encima la carga de la paternidad durante un rato.—¿Está invitada? —me pregunta Andrea en un susurro y sigo la dirección a la que mira.Frunzo el ceño. No, no está invitada pero yo le dije a Levi que no tenía problema en verla por aquí. Es la primera vez que Jess está cerca de mi familia, nunca ha visto a mis hijas y ahora Sofía casi se choca con sus piernas. Son incapaces de reconocerse.—No me importa —digo. No lo hace, no pienso en Jess como mi hermana. Ya solo es una persona más,
—Tráeme agua, inutil.Resoplando me arrastro hasta la cocina para complacer a mi hermana, Jess, es lo mejor para no discutir. De todas formas cuando discutimos yo nunca tengo la razón para nadie salvo para mi misma. Nuestros padres me odian y siempre están de su lado. Para lo poco que me queda aquí prefiero pasar desapercibida.Cojo un vaso del armario y lo lleno con agua del grifo reservándome los pensamientos de echarle sal, azucar o algo por el estilo para que le sepa la boca mal todo el día. Le llevo el agua y me encuentro en el salón con nuestros padres, serios, rectos, sin fingir que son perfectos aunque se lo crean. Me arrebata el vaso de las manos y casi moja el suelo, menos mal que no porque me hubiera tocado secarlo a mi.—Tenemos una reunión en dos horas, van a venir unos socios. Ya sabéis lo que hacer.Sí. Jess tiene que ponerse guapa para ver si consigue ligarse a alguno de esos "socios" y sacarles el máximo partido y yo tengo que encerrarme en mi habitación. Yo siempre s
Casi no he dormido. Por la mañana yo ya debería estar lejos de la ciudad, de la familia que no me quiere, de todo este embrollo. Bien sabiendo que esto era algo que podía pasarme, algo más tranquila me deja saber que es Killian y que lo conozco. Sigo mirando al techo cuando abren la puerta y una chica sonriente me saluda.—Buenos días —dice y se ríe. ¿Está loca?—. Killian me ha pedido que te traiga esto. Yo me llamo Andrea, me parece que me va a tocar vigilarte mientras estés en el club —bromea.¡Mi mochila! He tenido que dormir con la ropa puesta y menos mal que llevo un chándal. Me levanto de un salto de la cama y se la quito de las manos. Dios. Se ha quedado mis papeles, mi dinero.—Gracias —musito de todas formas—. Yo soy Dana.—Oh, lo sé. Ya lo sabemos todos. Eres la hija prófuga de los Bennet. Te están buscando.Me buscan por lo que sé. Porque solo les da miedo quedarse sin sus lujos, que los clientes de la empresa se enteren de que han sido estafados, que toda esa gente que con
Andrea me trae comida, cosas para entretenerme y pasa un par de horas hablando conmigo por la noche cuando vuelve de su trabajo en el bar. Puedo dormir un poco esta noche aunque me levanto cuando aún es de noche porque la corriente de aire frío que entra me hace estremecer.Me levanto para cerrar la puerta. Espera... ¡Está abierta! Con la poca valentía que tengo camino descalza hasta las escaleras, y después a la cocina. La nevera está repleta de cosas y me cuesta encontrar el cartón de leche tras bolsas de carne y unas cuantas cervezas.—¿Quién coño te ha dado permiso para salir de tu habitación?Doy un salto y me clavo el borde de la encimera en la cadera. Siseo y dejo el vaso y la leche. Ay Dios santo. Pero qué hombre...—Yo... umm... La puerta estaba abierta y solo he bajado a por un vaso de leche.No puedo apartar la mirada de su cuerpo perfecto. Los tatuajes le cubren toda la piel desde el cuello hasta los dedos y hasta perderse en la goma elástica de su pantalón del pijama. Es u
Casi veinte minutos después ya no se oye tanto jaleo. He oído que han subido a Killian a su habitación y salgo a hurtadillas, no sé cuál es su cuarto pero no es difícil encontrarlo, es el único del que sale luz bajo la puerta. No llamo, no me importa, solo abro la puerta.Está sentado en el borde de su cama, encorvado y goteando sangre por todas partes.—¿Qué coño haces? —me brama. Vale... Está muy cabreado, o dolorido, o una mezcla perfecta de ambas que me da algo de miedo.—He escuchado lo que ha pasado. ¿No ha venido el médico aún?—Dana, lárgate.Se aprieta un trapo contra el hombro y sisea.No sé mucho de curar heridas, disparos, pero no puede quedarse así mucho más tiempo. He visto que en el baño de mi habitación hay un botiquín, pensando que quizás aquí también haya uno me meto en el baño y ¡bingo! Lo suelto a su lado en la cama y lo siento mirarme mientras intento ayudar.—¿Han sido ellos?—Su puta seguridad —brama.—Ha ido mal, ¿no?Estoy a punto de tener una arcada cuando veo
Las piernas me tiemblan mientras bajo las escaleras y me encuentro con algunos miembros de la banda reunidos en el salón enfrentados con mis padres. El corazón casi se me sale por la boca y quiero volver a subir corriendo. Estoy con mi pijama puesto, seguramente con cara de haberme estado a punto de quedar dormida, y descalza. El frío del suelo me mantiene en la realidad. Se les ve bien, perfectos y pulcros como siempre, como a unos tiranos. Quiero que Killian los destroce porque yo nunca he sido capaz y ni lo seré por mi cuenta.—Hija... —exhala mi madre y por como me mira casi me convence de que ha estado preocupada.—Dana —me llama Killian y me hace un gesto de cabeza sin dejar de mirar a mis padres—, ven aquí —me ordena.Camino descalza hasta estar a su lado y el simple echo de estar tan cerca suya me hace sentir extrañamente protegida, segura.—Deja que vuelva con nosotros, te lo devolveremos todo.Dana... ven aquí, cariño —insiste mi madre.—No va a ninguna parte. Está bien, ya l