Sus pasos se reanudaron, pero su mente seguía cargada de una tormenta. La promesa de la reina le había dejado un sabor amargo en la boca. ¿Acaso pensaban que todo podía resolverse con una alianza? ¿Con un anillo? ¿Con un "sí" pronunciado entre testigos?
Ella no era una princesa. Nunca lo sería. No por falta de linaje, sino porque no estaba dispuesta a renunciar a sí misma para encajar en ese molde.
Y aún así… dolía.
Dolía saberse cerca de alguien que comenzaba a importarle más de lo permitido.
Dolía pensar que, en otro tiempo, en otro cuerpo, en otro mundo, quizá hubiera querido quedarse.
Se detuvo frente a la puerta del cuarto real. Detrás de esa madera tallada, el heredero de Theros deliraba con su nombre. Y frente a ella… estaba la sombra de un futuro que no sabía si quería cruzar.
Apoyó la mano sobre la puerta sin abrirla todavía.
—No me voy a enamorar de ti —susurró—. No voy a perderme. No otra vez.
Y con esa promesa rota desde antes de ser dicha, Emma —o Violeta, como todos la l