La luz se había vuelto más cálida en los jardines del ala sur. Las sombras se alargaban sobre los caminos de piedra mientras las hojas del cerezo caían con una melancolía silenciosa. Emma —en el cuerpo de Lady Violeta Lancaster— se quedó sola un momento después de que Kael comenzara a alejarse. Pero sus palabras aún estaban flotando en el aire como un perfume que se negaba a disiparse.
"Yo estaré allí. Solo dilo."
Ella respiró hondo. Dio dos pasos, y luego lo llamó.
—¡Kael!
Él se volvió de inmediato.
—¿Por qué me preguntaste eso?
Kael ladeó el rostro, como si no esperara que ella volviera a buscar respuestas tan pronto. Caminó hacia ella con calma.
—¿Eso?
—Lo de irme contigo. Lo de… lo que haría si Leonard se casa con otra. —Se cruzó de brazos, firme, aunque sentía que el pecho le latía como si una tormenta hubiera despertado dentro—. No eres alguien que diga cosas al azar. ¿Qué sabes?
El príncipe suspiró. Se detuvo a un paso de ella.
—No lo sé con certeza —dijo, con ese tono cuidados