La noche en el palacio de Theros era densa, cargada con una quietud que no era paz, sino espera. Como si las paredes escucharan, como si cada cuadro, cada tapiz, cada rincón recordara demasiado. Violeta no había dormido bien desde su regreso. Cada madrugada la encontraba despierta, sentada frente a la ventana, con la mirada puesta en los jardines oscuros.
Esa noche no fue distinta.
Un sirviente golpeó la puerta suavemente, y al recibir permiso, entró con un sobre lacrado. El sello, esta vez, era del Alto Consejo: una reunión de urgencia sería convocada al amanecer. La razón: divisiones internas entre los nobles que ya no se alineaban detrás de Leonard o de Violeta, sino entre los que creían en el nuevo orden… y los que añoraban el viejo.
Violeta dejó el sobre sobre la mesa sin abrirlo. Ya sabía lo que vendría: un ataque disfrazado de legalidad, una reunión para intentar acorralarla con normas, documentos y frases falsas. Un juicio sin tribunal, una trampa con guantes de seda.
Cuando l