La sala de los mil vitrales, usada solo en ocasiones extraordinarias, fue preparada con un ceremonial discreto. Los consejeros llegaron en silencio, sin saber aún cuál sería el motivo oficial de la reunión, aunque muchos intuían que algo estaba por estallar.
Leonard ordenó que no se distribuyeran panfletos ni comunicados previos. La sorpresa era su arma más poderosa esa mañana. Violeta, de pie a su lado, vestía de gris oscuro: ni joyas, ni adornos. Solo la mirada de quien estaba lista para cortar la raíz podrida, aunque eso significara ensuciarse las manos.
Cuando todos los nobles ocuparon sus asientos, Leonard alzó la voz con solemnidad.
—Nos encontramos aquí no por guerra, ni por decreto, sino por algo más frágil: la confianza. Y hoy, esa confianza ha sido traicionada desde dentro.
Los murmullos comenzaron. Violeta avanzó hasta el centro de la sala y colocó sobre la mesa central la caja que había encontrado en la torre norte.
—Este cofre fue hallado en una habitación sellada desde l