Luego de que Gabriele saliera de la habitación como alma que lleva el diablo, la enfermera salió con pasos apresurados y le informó al médico que ya estaba despierta. No pasó mucho tiempo antes de que el doctor llegara a mi lado.
—Me alegra que ya hayas despertado —dijo con voz serena mientras se acercaba a la cama—. Me imagino que no recuerdas mucho.
Yo solo asentí. La verdad es que no tenía recuerdos nítidos. Solo imágenes sueltas, voces lejanas, luces que se difuminaban como si mi mente las hubiera visto a través de una neblina espesa. Todo lo demás era un vacío borroso.
—Bueno, te cuento —dijo el médico mientras se sentaba con calma en el borde de la cama, con un gesto profesional pero cálido—. Llegaste con un cuadro febril muy alto, casi al punto de convulsionar. Fue un caso muy delicado, señorita De Luca. Te sometimos a algunos exámenes y descubrimos que estabas con una neumonía bastante avanzada.
Abrí los ojos como platos. De inmediato, como si una ráfaga de memoria me hubiera