—Long —sonrió Vida, sentándose en la mesa donde el jefe desayunaba. Pronto le sirvieron un plato a ella; Milah ya estaba allí, compartiendo el desayuno con otros empleados.
—Vida, hoy vas a trabajar en los documentos de ayer.
—Esos documentos Milah los tiene bajo control, hoy concluimos con eso. Long… estoy embarazada. Ya casi por parir.
Long casi se atragantó, tosiendo con fuerza antes de recuperar la compostura. Esperaba cualquier cosa de Vida, menos aquello. Le costaba imaginar a un arma letal convertida en madre.
—Entiendo… felicidades —dijo, sin saber qué más decir—. ¿Y el padre es…?
—Está muerto. Y no lo maté yo, no me mires así. —Vida lo cortó antes de que su mirada terminara de formarse. Long había supuesto lo peor: que ella, como en otras ocasiones, se hubiera acostado con un enemigo y lo hubiese asesinado en pleno clímax.
Los recuerdos lo golpearon: aquella mujer cruel, capaz de seducir, ahorcar y matar con un mismo movimiento. Era difícil encajar esa imagen con la de una cr