Capitulo 04

Mia

El despertar fue lento, una transición perezosa entre la oscuridad del sueño y la cruda realidad que me esperaba fuera de las sábanas al principio, mi cuerpo se sentía ligero, envuelto en una calidez que no recordaba haber sentido en años pero al estirar la mano buscando el calor sólido que me había poseído con tanta furia la noche anterior, solo encontré el tacto frío del colchón.

​Abrí los ojos de golpe. Alan no estaba.

​Un nudo de decepción, mezclado con una pizca de alivio cobarde, se instaló en mi pecho me incorporé en la cama, sintiendo el leve dolor en mis músculos, un recordatorio delicioso de su intensidad sobre la mesa de noche, algo captó mi atención una rosa roja, de pétalos aterciopelados y un aroma tan penetrante que parecía llenar toda la habitación debajo de ella, una nota de papel grueso, escrita con una caligrafía firme y elegante.

​"Mía. No soy de los que se quedan a desayunar, pero tampoco de los que olvidan lo que es suyo. Llámame cuando te sientas sola en tu nueva libertad. —A

​Al final del papel, un número de teléfono me quedé mirando el papel durante lo que parecieron horas. Su número. Alan Lombardi, el hermano del hombre que me había destrozado él corazón, acababa de marcar su territorio en mi mesita de noche.

Guardé el papel en el cajón, sintiendo que estaba guardando una granada sin seguro.

​Me duché, dejando que el agua caliente borrara el rastro de sudor de mi piel, pero no podía borrar la sensación de sus manos. Al salir a la cocina, Lucía ya estaba allí, tomando café y mirando su teléfono al verme, levantó una ceja y una sonrisa pícara se dibujó en su rostro.

​—Vaya, vaya… Parece que la "terapia de choque" de la discoteca tuvo una segunda sesión muy productiva —dijo Lucía, señalando con la cabeza hacia la puerta—. Vi a un hombre salir de aquí esta mañana temprano alto, moreno, de esos que hacen que te replantees tus votos de castidad. ¿Quién es, Mía?

​Sentí que el calor me subía por las mejillas, un sonrojo traidor que no pude ocultar. Me serví una taza de café, evitando su mirada.

​—Es… alguien lo conocí esa noche, no es nadie importante, Lucía —mentí, aunque el corazón me latía con fuerza.

​—. ¿Cómo te fue ayer en casa de tus padres?— Preguntó dándose cuenta que ya no quería hablar de Alan.

​—Fue horrible, Lucía fue una emboscada Oliver estaba allí, sus padres también, mis propios padres intentaron obligarme a seguir con el compromiso dicen que lo que hizo con Mariana fue solo un "desliz", que la unión de las empresas es más importante que mi dignidad, dicen que yo quería está boda y ellos tuvieron años "negociando" me sentí como una moneda de cambio, no como su hija ahora me había convertido en un activo para ellos — le conté

​—¿Y Mariana? —preguntó Lucía, con asco en la voz.

​—Estaba allí, callada, como una sombra, no se qué le habrán dicho mis padres pero estoy harta por cierto Lu, gracias por dejarme quedar aquí estos días— Ella sonrió y me abrazó

— Los días que quieras amiga

— Ya conseguí mi nuevo apartamento firme ayer y ya hoy me mudare— Ella asintió

Después de desayunar ​Lucía me ayudó a terminar de empacar las pocas cosas que había llevado a su casa, nos abrazamos con fuerza ella había sido mi ancla en la tormenta.

Al llegar a mi nuevo apartamento, la realidad me golpeó con una fuerza gélida era un lugar hermoso, amplio, de techos altos y ventanales que daban a la ciudad pero estaba vacío.

Demasiado grande para una sola persona. Mientras arrastraba mis maletas por el suelo de madera, una soledad profunda me invadió tenía que empezar de cero está vez sin Oliver, sin mi hermana, y con una relación rota con mis padres.

​El silencio fue interrumpido por el timbre de mi teléfono era mi madre. Estuve a punto de no contestar, pero sabía que no se detendría.

​—¿Qué quieres, mamá? —dije, sin preámbulos.

​—Mía, no me hables con ese tono sé que estás molesta, pero hay cosas que no pueden esperar. Esta noche es el evento benéfico de la Fundación Empresarial, estás optando para ser la presidenta de la empresa, es obligatorio que vayas.

​—No voy a ir a un evento para que me vean la cara de tonta junto a Oliver —respondí tajante.

​—Escúchame bien —su voz se volvió gélida—. Es un evento de negocios, no social !o tienes que convivir con nadie si no quieres. Saluda, cumple con tu discurso de apertura y vete si quieres pero si no apareces, estarás dañando la imagen de la empresa de tu padre, esa misma empresa que desas dirigir.

​Colgué sin despedirme.

La rabia me consumía, pero una parte de mí, esa parte que había sido educada para ser la "hija perfecta", no podía ignorar su responsabilidad, mi madre tenía razón, yo iba a dirigir está empresa en el futuro y debía cumplir con mis deberes

Pasé el resto del día desempacando cajas con movimientos mecánicos, intentando no pensar.

​Cuando llegó la tarde, me preparé para la batalla. Elegí un vestido negro de encaje, ajustado al cuerpo, con un escote sugerente pero elegante y una abertura en la pierna que gritaba seguridad. Me puse unos tacones altos, me maquillé con sombras oscuras y salí de mi nuevo hogar.

​El lugar del evento era un hotel de lujo, decorado con una opulencia que me revolvía el estómago.

Al entrar, las luces de los flashes y el murmullo de la alta sociedad me envolvieron saludé a varios empresarios con una sonrisa falsa, manteniendo la distancia estaba buscando una salida rápida cuando una figura se interpuso en mi camino. Mariana.

​Llevaba un vestido rosa pálido, intentando lucir inocente, pero sus ojos estaban cargados de una ansiedad que me resultó patética.

Mi relación con Mariana nunca había sido la mejor pero jamás creí que podría ser peor de lo que era

​—Mía… ¿podemos hablar? —susurró, intentando tocar mi brazo.

​Me alejé de ella como si su toque fuera veneno.

—No tenemos nada de qué hablar, Mariana aléjate de mí.

​—Mía, por favor escucha —dijo ella, y esta vez su voz tuvo un tinte de veneno—. Sé que estás dolida, pero tienes que entender que Oliver y yo nos amamos, llevamos un año ocultándolo porque no queríamos lastimarte, pero ya no podemos más— No era lo que Oliver decía, ella lo había oído decir que era yo frente a ella ¿Cuál era su juego? —Aléjate de él de una vez deja de hacer estas escenas de mártir, déjanos ser felices, déjame al menos ganar está vez

​La miré de arriba abajo, sintiendo una mezcla de lástima y asco.

—¿Hacer escenas? Mariana te lo puedes quedar con moño y todo Oliver no es un premio, es un despojo. Si crees que te ganaste algo, adelante Quédense el uno con el otro, se merecen la miseria que se van a dar pero no vuelvas a dirigirme la palabra en tu vida.

​Me giré, dejándola con la palabra en la boca, pero el encuentro me había dejado temblando de rabia.

Necesitaba salir de allí, me dirigí hacia el área de los salones privados, buscando un poco de aire, cuando una mano firme me tomó del brazo y me arrastró hacia un pasillo lateral, justo donde se encontraban los baños

​Era Alan.

​Tenía un trago de whisky en la mano y una mirada que me hizo arder al instante sin decir una palabra, me empujó dentro del baño de damas de la zona privada y puso el seguro, la estancia era lujosa, con espejos dorados y mármol oscuro.

​—Te ves deliciosa cuando estás furiosa —gruñó Alan, dejando el vaso sobre el lavabo.

​—Alan, no… este no es el lugar están todos afuera —susurré, aunque mi cuerpo ya se estaba inclinando hacia él, buscando su calor.

​—Me importa un carajo quién esté afuera —respondió él, acortando la distancia su aroma a madera y poder me embriagó—. Te vi hablando con esa sombra de mujer que tienes por hermana. ¿Te molestó lo que dijo?

​—Dijo que se amaban —respondí con una risa amarga—. Dijo que me alejara de Oliver como si yo quisiera estar con él

Alan me miró fijamente

​Antes de que pudiera seguir hablando sus labios chocaron contra los míos, no fue un beso, fue una invasión. Sus manos bajaron a mis muslos, subiendo el encaje de mi vestido con una urgencia que me hizo soltar un gemido. Me alzó y me sentó sobre el frío del lavabo, abriendo mis piernas para encajarse entre ellas.​—Alan… nos van a oír —jadeé, mientras sus labios bajaban a mi cuello, mordiendo y succionando la piel sensible.

​—Entonces guarda silencio —susurró él con voz dominante.

​Abrió su pantalón con un movimiento seco yo estaba húmeda, desesperada por sentirlo de nuevo, por borrar el veneno de las palabras de Mariana con el fuego de su cuerpo.

Cuando se hundió en mí, fue tan profundo y tan repentino que un grito de puro placer escapó de mi garganta.

​Alan reaccionó de inmediato Clavó su mirada en la mía y con un movimiento rápido, colocó su mano grande y cálida sobre mi boca, presionando con la palma para ahogar mis sonidos.​—Dije que guardaras silencio —gruñó en mi oído, mientras empezaba a embestirme con una fuerza bruta, rítmica y despiadada.

​El contraste era una locura el frío de bajo de mis glúteos y el calor abrasador de Alan dentro de mí. A través de la puerta del baño, podía escuchar el murmullo lejano de la fiesta, la música clásica, las risas de la gente que creía conocernos y aquí, en la penumbra, el hermano de mi ex me poseía con una furia que me hacía ver estrellas.

​Sentía el roce de su palma contra mis labios, el sabor de su piel, mientras mis ojos se dilataban por el placer acumulado sus estocadas eran implacables, golpeando mi punto más sensible una y otra vez. Intentaba gritar, necesitaba liberar la tensión que me consumía, pero él mantenía su mano firme, obligándome a contener cada gemido, lo que hacía que la sensación se multiplicara por mil.

​Mis uñas se clavaron en sus hombros musculosos, desgarrando la tela de su camisa de sastre la adrenalina de ser descubiertos, la prohibición de nuestra unión y la violencia de su deseo crearon una tormenta perfecta en mi vientre.

Sentí cómo mi clímax se acercaba, una ola gigante que amenazaba con arrastrarme.

​Alan aceleró, sus músculos tensándose bajo mi tacto, su respiración volviéndose pesada contra mi oreja.

—Eres mía, ni de Oliver, ni de tus padres. Mía —susurró, con una posesividad que me hizo temblar.

​Cuando finalmente exploté, fue un espasmo violento que me sacudió por complet mis ojos se cerraron con fuerza y un grito sordo murió contra la palma de su mano. Alan soltó un gruñido gutural, hundiéndose una última vez hasta el fondo antes de vaciarse dentro de mí, su cuerpo vibrando contra el mío.

​Nos quedamos así unos segundos, recuperando el aliento en el silencio tenso del baño el retiró la mano de mi boca lentamente, acariciando mi labio inferior con el pulgar.​—Buen trabajo guardando el secreto —dijo con una sonrisa oscura.

​Me bajó del lavabo y me ayudó a arreglarme el vestido y a limpiarme un poco, mis piernas temblaban tanto que tuve que sostenerme del mármol Alan bebió el resto de su whisky, impecable, como si nada hubiera pasado, mientras yo intentaba calmar el galope de mi corazón.​—Vuelve ahí fuera, Mía —me ordenó, abriendo la puerta un centímetro para asegurarse de que el pasillo estuviera vacío—. Camina con la cabeza alta eres la mujer que acaba de devorar a un Lombardi, no la novia traicionada.

​Salí del baño con el rostro encendido y el cuerpo vibrando, sabiendo que ya no había vuelta atrás.

Había cruzado el punto de no retorno

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