MiaEl aire en el pasillo se sentía como plomo. La mano extendida de Alan Lombardi seguía ahí, flotando entre nosotros como una invitación al abismo, no la tomé retrocedí un paso, sintiendo que las paredes de la mansión de mis padres se cerraban sobre mí. La revelación de su identidad me había golpeado más fuerte que la propia traición de Oliver, em hombre que me había hecho gritar de placer, el que me había poseído con una furia casi animal en un baño público, era el hermano del hombre que me había destrozado el corazón.—Me voy —solté, con la voz quebrada.No esperé respuesta, me giré y caminé hacia la salida, ignorando el llamado de Oliver y la mirada abrasadora de Alan que sentía como un hierro candente en mi espalda pero no llegué lejos, sl llegar al vestíbulo, mis padres me bloquearon el paso detrás de ellos, como una sombra cobarde y silenciosa, apareció Mariana su mirada estaba baja, pero no había arrepentimiento en su postura, solo una sumisión irritante.—Mía, detente —o
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