Una hora después, la habitación estaba llena de aparatos.
Manuel colocó los electrodos, ajustó la máquina y me pidió que me apartara.
—Silencio, necesito concentración.
El monitor comenzó a dibujar ondas. Lentamente, comenzaron a aparecer ligeras reacciones. Muy débiles, pero estaban ahí.
—Mira esto —dijo Daniel, acercándose—. Respuesta alfa.
—Exacto —dijo Manuel con voz tensa—. El cerebro responde a estímulos auditivos.
—¿Qué significa eso? —pregunté conteniendo el aliento.
Manuel me miró directamente.
—Significa que te oye.
Mi corazón se aceleró. Me acerqué a su oído y hablé despacio.
—Lorenzo… soy yo. Isabella. Si puedes escucharme, aprieta mi mano.
Por un instante, nada. Luego, un leve movimiento. Apenas un temblor, pero suficiente.
—¡Lo hizo! —grité—. ¡Dios mío, lo hizo!
Daniel sonrió aliviado.
—El paciente presenta respuesta motora. Es buena señal.
Manuel mantuvo su rostro serio.
—Aún no canta victoria. Esto puede durar horas, incluso días. Pero si reacciona a estímulos, hay esp