Capitulo 30

Elena avanzaba con paso firme, aunque la tensión en sus hombros delataba que cada fibra de su cuerpo estaba alerta. Caminaba junto a Darek, siguiendo un rastro tan débil que parecía desvanecerse con el viento, y sin embargo lo bastante constante como para guiarles como un hilo invisible. Era magia antigua, un tipo de energía tan singular que su sola presencia imponía respeto. Era la huella de un poder capaz de crear runas angelicales, algo que muy pocos seres en la tierra podían lograr.

El bosque a su alrededor se sentía inquieto. Las hojas no se mecían con el viento, sino con un murmullo extraño, como si los árboles hablaran entre ellos acerca de la presencia de intrusos. El aire olía a resina y a humedad, pero también a ozono, ese aroma eléctrico que siempre precedía a la magia celestial.

—Algo está mal… —dijo Elena finalmente, rompiendo el silencio mientras sus dedos rozaban una corteza marcada con un trazo de luz casi imperceptible—. Los rastros son débiles, pero constantes. Es co
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