Vincent Hale.
El laboratorio del ala sur siempre olía a sangre.
Ese aroma metálico y dulce que quedaba suspendido en el aire después de cada purga. Vincent se acostumbró hace tiempo, o al menos eso creía. Había aprendido a respirar sin pensar demasiado en cuántos recuerdos quedaban flotando en ese olor.
Ajustó el monitor de control, observando cómo los datos de los tanques se desplazaban en columnas verdes. L-01… L-02… L-07. Su dedo se detuvo allí.
La línea vital de L-07 fluctuaba con un ritmo irregular, casi imperceptible, como si algo dentro del sistema hubiera aprendido a engañar los sensores.
Vincent acercó el rostro a la pantalla. No era la primera vez que pasaba. Pero ese día, la desviación era más marcada.
—¿Otra vez el tanque siete? —preguntó Maren, la asistente que revisaba los filtros de oxigenación.
—Sí —respondió él sin apartar la vista—. Está replicando patrones de sueño no programados.
—Quizá error de compresión en los datos —dijo ella encogiéndose de hombros—. Lo reinicio en un segun