No Somos Salvadores.

Después del miedo, no llegó la furia, llegó el cansancio.

No un cansancio físico, sino uno más profundo, más peligroso: el que nace cuando entiendes que el conflicto no tiene una solución limpia, que no existe una acción correcta que borre todas las consecuencias, que cada paso, incluso el necesario, va a dejar marcas.

El punto ciego permanecía activo, pero en silencio, como si también él hubiera aprendido a esperar.

Isela fue la primera en sentarse, no porque el cuerpo no le respondiera, sino porque necesitaba anclarse a algo sólido, aunque ese algo fuera el suelo frío bajo sus manos.

Damian se apoyó contra una superficie invisible. Cayden permaneció de pie, pero ya no con rigidez defensiva, sino con una quietud extraña, casi humana.

Durante varios minutos, nadie habló.

Ese silencio no era incómodo, era necesario.

—No podemos detenerlos a todos —dijo finalmente Isela.

Su voz no tembló, no porque estuviera segura, sino porque ya había llorado lo suficiente como para que las palabras s
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