Los que Quieren Volver.
El miedo no llegó con violencia, llegó envuelto en palabras suaves.
El punto ciego activó la proyección sin urgencia, casi con cautela, como si supiera que lo que iba a mostrar no necesitaba dramatización.
Isela lo sintió antes de entenderlo: una presión distinta, una alerta que no venía del caos sino del orden.
—Esto es nuevo —murmuró Damian.
No lo era en sentido absoluto, pero sí en intención.
La primera imagen fue clara: una plaza reconstruida. No improvisada como las anteriores, no vacía como las comunidades paralizadas. Reconstruida con método, había filas, puntos de distribución, un escenario elevado. Gente reunida, atenta. No discutían, escuchaban.
Un hombre hablaba desde el centro.
No gritaba, no amenazaba, sonreía.
—Antes —decía, con un tono firme pero cercano— todo funcionaba. No era perfecto, pero funcionaba.
Isela sintió un escalofrío.
La frase era simple, demasiado simple. Y, precisamente por eso, peligrosa.
—No promete nada nuevo —observó Cayden—. Promete regresar.
El lí