Misiones Imposibles.
El suelo bajo sus pies no existía. O tal vez sí. Livia no estaba segura.
La luz blanca del laboratorio seguía encendida dentro de su cabeza aunque ya no estuviera allí. Parpadeaba en la parte interior de sus párpados, como un recordatorio constante de que algo había cambiado, roto, o reconfigurado.
“Objetivo primario: localizar a Isela.”
La orden se repetía con un tono metálico y ajeno, una voz sin dueño. Era como tener un zumbido clavado en el cráneo. Una voz sin emoción que no toleraba la desobediencia.
Livia caminaba entre los restos de concreto y polvo del edificio derrumbado. Casi no sentía el cuerpo. No sentía dolor. No sentía cansancio.
Pero sí sentía presión y escuchaba voces.
—Isela… —susurró, aunque la orden no le pedía que hablara. Simplemente necesitaba oír su propio sonido. Algo que fuera suyo, algo que no se filtrara entre los comandos.
Una vibración atravesó su columna, una falla.
“Advertencia: interferencia emocional. Restableciendo…”
Livia jadeó y apoyó una mano en la